CIUDAD DE MÉXICO. – La lucha libre, con su universo de máscaras, llaves y rivalidades, es para el cineasta José Medina “la realidad más ficticia y la ficción más real”. Con esa premisa y un equipo encabezado por su productora Arewa Producciones, Medina se adentró en un proyecto que mezcla documental y ficción: Érase una vez en un ring, un largometraje que muestra el lado humano de los gladiadores, sus dolores y su conexión con el público.
Graduado de la Universidad de la Comunicación y con experiencia previa en la Triple A, Medina confiesa que su amor por el pancracio nació hace más de 15 años, cuando filmaba contenidos para la empresa. “Puedes pensar que es falso, pero en cuanto entras a una arena, esa ficción se convierte en realidad”, afirma.
En la cinta, los testimonios revelan que para muchos aficionados, la lucha libre es más que entretenimiento: es terapia. Medina lo llama luchaterapia. Recuerda el caso de un hombre que, sumido en la depresión, encontró un nuevo sentido a su vida trabajando en la Arena Tlalnepantla. “Las luchas le salvaron la vida”, relata.
La película también muestra el precio físico de esta pasión. Piernas rotas, radiografías como trofeos y entrenamientos extenuantes forman parte de un oficio que, aunque violento en apariencia, Medina considera el “deporte menos violento” gracias a la preparación de sus protagonistas.
En Érase una vez en un ring se recrean atmósferas que van de la monumental Arena México a recintos pequeños donde el público es parte de la pelea. “En arenas chicas, los luchadores caen junto a tu asiento; la interacción es total”, describe.
El proyecto, que tardó años en concretarse, requirió la construcción de sets y el trabajo de un equipo creativo encabezado por Aydée en vestuario y montaje. En el elenco participan Luis Alberti, Nora Velazco, Gabriela Montiel, Blue Demon Jr., El Fantasma y El Pantera, mientras que la historia ficticia sigue al personaje Black Angel, inspirado en el hijo del director.
Para Medina, el cine y la lucha libre comparten algo: ambos buscan provocar emoción. “He trabajado enfermo con tal de lograr una obra que valga la pena”, asegura. Con Érase una vez en un ring, su objetivo es claro: desenmascarar al héroe, no para quitarle el mito, sino para mostrar que, debajo de la máscara, hay carne, hueso… y sobre todo, vísceras.