La princesa Beatrice Elizabeth Mary, Beatriz de York, nació a principios de agosto de 1988, pero no tuvo nombre hasta dos semanas después. Un récord en Inglaterra desde los tiempos del príncipe Carlos, cuyo nombre tardó un mes en anunciarse. Sin embargo, la razón no tenía que ver con los tiempos de la tradición 40 años atrás, sino con que al parecer la reina de Inglaterra no estaba nada de acuerdo con la primera elección de los padres: Annabel.

Para la reina Isabel II, el nombre –el favorito de Fergie, del príncipe Andrés y de las casas de apuestas, en este orden– era demasiado yuppie: una elección más propia de un acelerado financiero de la City londinense en los ochenta que de un príncipe y una duquesa. La historia la contaba The Sun en ese mismo mes de agosto citando fuentes cercanas a la reina… Y tenía bastantes visos de veracidad porque, entre otras cosas, el tabloide fue el único medio del mundo que anticipó el nombre final: Beatrice. Un nombre que la reina habría “aconsejado” y que vendría de la hija menor, la quinta, de la reina Victoria y el príncipe Alberto.

Meses antes, en mayo, el príncipe Andrés había deslizado en varias intervenciones que Annabel era el nombre favorito para la futura princesa en casa de los York. Pero faltaba un trámite importante: los miembros de la familia real tienen que comunicar a la reina el nombre del nuevo niño. Y aquí es donde Isabel habría aprovechado para hacer su sugerencia. Tampoco es la primera vez que un royal dice un nombre y luego elige otro: el príncipe Guillermo dejó caer en su momento (es decir, justo después del parto pero antes de decírselo a la reina), que el pequeño príncipe Luis tenía muchas papeletas para llamarse Alexander (un nombre que habría compartido con su hermano George, y que viene también de la reina, cuyo nombre completo es Elizabeth Alexandra Mary), o Jerry. Al parecer, las consultas con la monarca influyen bastante en el nombre de sus hipotéticos sucesores.