Si el alcalde de Victoria, Oscar Almaraz Smer, decidiera buscar la reelección a ese cargo en 2018, podría escribirse desde hoy el futuro en esta ínsula. El PRI conservaría, casi como un destino manifiesto, la silla municipal.

No se trata de asumir posturas cortesanas, sino de aplicarse a lo que marcan hoy las preferencias de los votantes potenciales en las encuestas y sondeos realizados hasta ahora. Por lo menos 8 de cada 10 ciudadanos capitalinos ven a su actual jefe de comuna encabezando el siguiente trienio.

Con esas cifras como tarjeta de presentación, parece lo anterior una especie de sueño dorado para un partido en la virtual víspera de un proceso electoral, pero como todo sueño, por plácido que éste sea, puede tener un despertar brusco.

¿Qué pasará en el PRI si Oscar decide buscar otros espacios en la política?

¿Quién o quiénes pueden garantizar –como lo haría Almaraz– un nuevo triunfo del tricolor en una plaza considerada “de vida o muerte” para el partido dominante en el actual Gobierno del Estado?

Es un escenario que el priísmo no puede minimizar, porque de hacerlo podría sufrir precisamente ese violento encontronazo con la realidad, si no empieza a barajar desde ahora un mazo de opciones. Opciones con peso específico, no surgidas de compadrazgos o acuerdos –léase sometimientos al poder en turno– bajo la mesa.

En lo personal, veo en Victoria dos figuras que si bien no tienen en sus alforjas la apabullante y bien ganada ventaja de Almaraz, cuentan con factores a su favor que les harían sin duda, cartas ganadoras para el tricolor en tierra cueruda.

Van nombres:

El primer nombre que emerge en forma natural es el de Enrique Cárdenas del Avellano. Más allá de su arraigo indiscutible y su identidad victorense, su perfil “entrón” y hasta belicoso en ocasiones, es un valor necesario para enfrentar la cauda de señalamientos y hasta insultos que tienen al PRI como objetivo.

No tienen que subirlo al ring, él se sube solo. Y tendría que ser un Demóstenes o un Mike Tyson el que quiera vencerlo en los debates reglamentarios, si como se ha visto desde años atrás y en las experiencias cercanas, esos encuentros sirven sólo para llenarse de lodo uno a otro. O a otra.

¿Y la otra carta?

Asumo los riesgos de que se me lancen calificativos de demencia o cretinismo por lo que expongo, pero me parece que otra alternativa para el PRI en la capital tamaulipeca es un nombre polémico ahora, pero que cala hondo en el ánimo de los victorenses: Susana Hernández Flores.

Le diré el porqué de esta visión personal.

A pesar de que su hermano Eugenio atraviesa por momentos sumamente difíciles, la influencia política y social de éste apenas ha disminuido. Susana, que ha labrado sus propios méritos en las lides políticas y electorales, sería depositaria en una campaña de lo que un día fue el “Efecto Geño”, que aunque satanizado en estos días, la opinión pública le ha dado el papel de “El débil de la película”, con la consecuente trasfusión de simpatía a Susana.

Y si me permite, le narraré un pasaje que no alcanza niveles de anécdota pero sí revela la percepción sobre la diputada local y dirigente de las mujeres en el Revolucionario Institucional. Lo dejo aquí como me fue contado a mí.

Sentado un grupo en una mesa del café “Vic’s” –el 8 Carrera como le conocen sus contertulios– uno de los presentes era el dueño del establecimiento, el empresario Rachid Ramírez y el tema era ¿cuál otro podía ser? el de la política.

Eran tiempos azules para Rachid y aspiraba a ser candidato por ese color a la alcaldía de Victoria, pero no corrió con suerte. Frente al ventanal del café se apreciaba una actividad priísta a favor de Eugenio Hernández, quien contendía por la presidencia capitalina.

Dirigiéndolos, una mujer giraba instrucciones: Susana Hernández Flores.

Rachid observó unos momentos el trajín tricolor y al ver a Susana como un remolino, dejó caer en la mesa un descriptivo y lapidario comentario: “Esas son viejas, no chin…”.

Y esta opinión, puede estar seguro, siguen compartiéndola muchos victorenses…

Twitter: @LABERINTOS HOY