Aunque todavía no termina el presente año, empiezan a surgir algunos propósitos para el año nuevo, y algo que considero fundamental en la cristalización de nuestros nuevos planes, es el hecho de preguntarnos si estamos realmente dispuestos a cambiar todo aquello que no nos funcionó durante el año que está por terminar. Desde luego, que nuestro ánimo en estos momentos, muestra una buena disposición para lograrlo, pero llegado el momento, sin tratar de ser pesimista, nos encontraremos con un escenario poco propicio para mantener nuestro optimismo.

Sin duda, dentro de nuestras prioridades, estará el mejorar nuestro estado de salud, teniendo tal vez como como primera opción, el poner en práctica hábitos saludables, porque estos son factibles, de bajo costo y de alto impacto; pero más allá de esto, tal vez no podamos avanzar mucho, como será el caso del reglón económico, porque experimentaremos un progresivo aumento de los energéticos, y de ahí se disparará el crecimiento general y sostenido del nivel de los precios, ocasionando lo que conocemos como inflación, a menos que el gobierno federal, nos dé algunas gratas sorpresas para aliviar la estresante situación de nuestra economía.

Ojalá que el ánimo de los mexicanos, no dependiera tanto de las malas noticias que nos llegan a través de los medios masivos de comunicación, ojalá que ese factor no sea el condicionante para que tomemos malas decisiones en un futuro próximo. Debemos tener en mente que no hay soluciones mágicas para resolver los problemas sociales, políticos y económicos de México.

Antes de tratar de arreglar los problemas globales, debemos ocuparnos en poner en orden nuestro mundo interior, esto, para poder pensar y actuar de la mejor manera, para no permitirnos acciones motivadas por respuestas viscerales, que más que corregir lo que nos ha parecido nocivamente pernicioso, nos conduzca a establecer una parálisis que termine por desarticular, lo que debido a su

multicausalidad ha degenerado en un metamorfosis de difícil definición, que se ha ido adecuando a las demandas ciudadanas, que aseguran hoy por hoy que se ha vivido en la anarquía.

Aunque aún no termina el año, estoy dándome la oportunidad de pensar por mí mismo, en todo aquello que en verdad me conviene, conviene a mi familia y a mi país.

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