La noche del 15 de septiembre en todo México se escuchan los “Viva México” tradicionales que jefes de comunas emiten desde sus balcones municipales, estatales o desde Palacio nacional, en un acto protocolario que reviste para muchos una oportunidad de sentirnos más mexicanos que en los 364 días restantes del año, o al menos, 363, considerando el 20 de noviembre como una fecha también especial.

El caso es que las plazas se visten de colores verde blanco y rojo, que, aunque algunos no les guste, es y sigue siendo el modo en que nos identificamos, y que, coincidente, pero nada tiene que ver con un Partido Revolucionario Institucional en decadencia, y que no por ostentar estos colores es exclusivo.

El día del grito es tradición y motivo para festejar en una verbena interesante, porque por lo general hay artistas que no vemos todos los días, y en esta ocasión, Victoria –la capital- ha tenido la satisfacción de contar con Francisco Céspedes, aquel de la vida loca, o de otras tantas historias de desamores que interpreta con esa magistralidad de muchos conocida.

En nuestro país queremos cambios y poco o nada hacemos por ello.

Criticamos en redes sociales la ineficiencia de un Congreso de la Unión que ha servido para hacer más ricos a 500 mexicanos y a sus partidos políticos, autorizándose presupuestos ofensivos; criticamos a un grupo de políticos metidos a Senadores, que no tienen una maldita idea de lo que es hacer política, pero sí alianzas con el poder a cambio de dinero, y si no, pregunte a aquel porro albiazul de apellido Lozano, o al otro que ha vendido su conciencia al mejor postor tantas veces como Paca, la de la arracada, de apellido Cordero; no podemos olvidar esos grupos que cambian de un partido a otro y que nos enseñan que la política es el arte de comer estiércol, hacer buena cara, y cobrar muy bien por ello.

Pero realmente qué estamos haciendo los demás, sería le pregunta que nos debemos hacer.

El profesor que busca los puentes, el estudiante que quiere pasar sin merecerlo, el obrero que quiere trabajar menos horas o el oficinista que hace todo menos trabajar y se convierte, en horas de trabajo, en un experto navegante de Facebook, emitiendo todo tipo de chismes.

Las redes sociales las hemos convertido en el más grande lavadero, donde hay quienes pretenden ejercer un periodismo ciudadano descompuesto, desorientado, pensando que con un Smartphone, un espacio en Facebook para publicar y un accidente o una riña ya lo son.

Los intelectuales que siguen apoyando a candidatos sin ideología, esperanza ni honorabilidad, o los académicos que quieren llegar a fin de curso sanos y salvos.

Algo más tenemos qué hacer para que México se sienta orgulloso de nosotros, sinceramente.

Y como dice Dany: si todos comenzamos a hacer ese cambio, entonces veremos que México se transformará.

Piensa un buen número que lo que haga una persona no sirve en un país de más de 110 millones de personas, pero somos de la idea de que si alentamos los cambios, si pugnamos por vivir mejor, por ser más honestos y merecer lo que somos y tenemos, entonces daremos un buen y enorme paso hacia ese cambio que urge a México.

Y es tiempo de pedir a los que nos gobiernan cuentas, en forma valiente, sin temer a un cese o represalias: saber en qué gastan nuestro dinero y evitar que signa disponiendo de los bienes del estado o la nación como si fueran su caja del tesoro personal.

Es cuando tengamos esa actitud de cambio, cuando podremos ver los verdaderos avances de esta maravillosa nación que tenemos, y que hemos detenido en una lucha hacia el progreso.

Pero, hoy, todos podemos recomenzar ese camino a un progreso que bien merecemos, aunque nos gobiernen mal. ¡Viva México!

Comentarios:columna.entre.nos@gmail.com