¿A dónde vas con tanta prisa? ¿A dónde que te conozcan más que yo, que te di la vida? ¿Por qué no has abierto los ojos? ¿Por qué tu mente está confundida? ¿Por qué tienes pausas de tristeza y de alegría? ¿Quién soy? Más de una vez te preguntaste, ¿Quién eres tú, me dijiste? Y yo me quedé callado hijo mío, esperando que tú mismo te respondieras.
LA DUDA
Y si llegase el día en el que al detener tu loca carrera en la vida te preguntas ¿Quiénes somos?
Y si antes de tener esa duda existencial, siempre pensaste que eras quien te dijo que eras y te dio un nombre, para que no fueras un ente cualquiera.
¿Por qué entonces la duda? ¿A qué viene el por qué de tu existencia? ¿Por qué andas en la eterna búsqueda de una identidad perdida? ¿Por qué desconfías de tu propia consciencia?
¿Por qué te asusta saber quién eres? ¿Por qué prefieres pasar por un desconocido en un mundo llamado Tierra?
¿Por qué a veces eres el Padre, otras el Hijo y las más el Espíritu Santo? ¿Por qué siento que estas siempre conmigo? ¿Por qué a dónde quiera que vaya tengo esa sensación de ser parte primaria de lo que has creado? ¿Cuál es mi verdadera forma, cuál mi espacio y cuál mi tiempo?
Acaso fui polvo, y dejé de serlo cuando me dieras vida con tu aliento, para después llamarme hijo, por dotarme de un espíritu que no muere, aunque el cuerpo material regrese a su estado original.
A la pregunta ¿Quién soy? Respondes con amor mi Dios, que soy tu hijo.
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