En cada hijo de Dios, habita el amor del divino del Redentor; él vive en nuestro interior y se manifiesta como predijo, para salvarnos del acertijo de equivocarnos en el camino, y a la pregunta de: ¿Quién dicen ustedes que soy? Yo le respondo a Jesucristo, tú eres todo lo bueno que hay en mí y soy, tú eres mi salvador.
¿QUIÉN DICEN QUE SOY?
Nació el mismo día en que tú naciste,
creció contigo y compartió tus juegos,
vivió a tu lado y con su amor creciste,
te dio la luz para conducir los ciegos.
Vio en ti la virtud con la que decidiste,
seguir sus pasos con devotos ruegos,
y te dio su amor con el que venciste,
al mal y los enemigos con grandes egos.
No niegas su divinidad cuando te asiste
a encontrar la razón de tus desasosiegos,
vive en tu corazón desde que lo conociste
y vives en el suyo a pesar de tus reniegos.
¿Quién dices que soy cuando estás triste?
eres mi Señor, al que ruego apagar los fuegos,
que amenazan al santo espíritu que me diste,
cuando rondan los bajos instintos solariegos.
Tú eres, ¡oh Jesús! el Cristo que te ofreciste
como cordero, para el perdón de los desapegos
a las divinas enseñanzas que nos obsequiaste,
para buscar la sabiduría y dejar de ser legos.
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