Cuando quiero sentirme bien, pienso en las emociones que me hicieron sentir y creer, que todo lo que creó Dios es bueno, por eso, no les pongo título, no les pongo rostro, no las clasifico, únicamente pienso en esa gratificante sensación de bienestar que me regresaba la paz y la tranquilidad.
¿Que por qué no evoco el recuerdo completo? porque todo sentimiento que no dependa de mi propia naturaleza suele ser efímero, voluble, fugaz; por eso, sólo me quedo con aquello que no cause a mi espíritu incomodidad, que no me haga sentir culpable por lo que puedan sentir los demás, y no le llamo a eso egoísmo, le llamo libertad.
Si la emoción más grande proviene del verdadero amor, de eso soy totalmente responsable, del amor que yo profeso, más no del amor que puedo recibir de otra entidad, porque de acuerdo a su interés personal, lo puede manipular para creer o pensar que es otra la realidad que le ha de favorecer.
A nadie puedo reclamar que cambie de parecer, lo más importante es no dejarse llevar por lo que sienten los demás, sino por el propio sentimiento que es de mi exclusiva responsabilidad, por eso prefiero que el viento se lleve lo que se ha de llevar, para limpiar con ello mi espiritualidad.
Cuando quiero sentirme bien y ver a mi espíritu contento, no me pongo a llorar por lo que acontece al final del cuento, creo en la felicidad, no como algo producto de lo material, sino de la energía pura que sale del encuentro de dos almas que desde el primer contacto definieron que procedían del mismo lugar.

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