Un buen día le pregunté a Dios: Señor, ¿pudiera yo salirme de una realidad para entrar a otra? Y él me contestó: Tú puedes hacer lo que quieras con todo aquello que salga de tu corazón, porque es ahí donde reside la bondad.

LAS COSAS DEL ABUELO
Cuando los nietos están de vacaciones, acuden a la casa de los abuelos, al menos eso es lo que hacía yo, pero, entre los nietos de hoy, y los de ayer, hay marcadas diferencias. Recuerdo que mi abuelo materno, radicado en San Francisco, Santiago N.L. si no me equivoco, fue el primero, y si no, uno de los primeros en tener una televisión, y para que el pueblo tuviera acceso a la misma, la ubicó en un espacio de su casa al que hasta la fecha se le conoce como “El Salón” tal vez se le llama así, porque en sus inicios era un salón de billar, o por el hecho, de que era un espacio adecuado para educar, ya que lo prestaba a la iglesia como salón evangelizador.
Recuerdo que en dicha habitación, se colocaban bancas para la gente que quisiera ver algún espectáculo especial en la televisión, ya se tratara de una pelea de box, una corrida de toros, o un programa musical exitoso y disfrutar el espectáculo por la módica cantidad de 20 centavos; para el cobro de esa actividad se nos responsabilizaba a los nietos. También hubo una época, en la que en el Salón se almacenaban frutas como: peras, manzanas, membrillos, guayabas, duraznos, ciruelas, esto con la finalidad de empacarlas y llevarlas a vender al mercado de abastos en la ciudad de Monterrey N.L., y los nietos éramos contratados como empacadores. En el invierno nuestra abuela Isabel nos tendía en el suelo una colchoneta de manufactura casera rellena de lana de borrego y era ese espacio el más cálido de la casa. Los nietos del ayer siempre estábamos dispuestos a ayudar a los abuelos y sobre todo los respetábamos y respetábamos sus cosas.
Los nietos de hoy tienen demasiados videojuegos y con ello han generado una interacción adictiva, difícilmente atienden las instrucciones de sus abuelos y no respetan sus cosas, por ejemplo, una de mis nietas me perdió el anillo de bodas; otro, descubrió una pequeña colección de monedas y billetes antiguos y la regó por toda la casa; otros dos hace suya mi computadora, y han modificado la programación de la televisión a su antojo y me es difícil regresarla a los canales habituales. Alguno de mis nietos, el más curioso, destruyó una estatuilla del Quijote, que me habían entregado cuando se me otorgó la categoría de decano de una universidad privada; las paredes de nuestro hogar son una verdadera galería de estos émulos de Picasso y Botero; ¡ah! y cuando se ponen a jugar futbol en la cochera, maltratan las plantas que me esmero tanto en mantener lozanas; sí, lo sé, existe un evidente problema de educación; confieso que en ocasiones mi tolerancia empieza a disminuir significativamente, por lo que llegada la noche, cuando me encuentro dispuesto a dormir, aprovecho para mostrar mi inconformidad a la sobreprotectora de mi esposa, pero ella termina por convencerme de que todo esto que me parece un caos terminará algún día; entonces guardo silencio, fijo la vista en el techo que por gracia resulta ser la única parte de la casa que ha podido librarse de los cambios que con tanta energía realizan nuestros nietos, y me imagino que el mismo cielo fue creado por un tremendo caos y me ha resultado siempre ser tan hermoso que nunca dejaría de verlo.
Cuando los nietos crezcan y se vayan, ya no habrá más vacaciones, estarán entonces ocupados lidiando con el caos ocasionado por sus hijos y estarán esperando el turno para ser abuelosn para cambiar de una realidad o otra: Dios nos da solamente una maravillosa oportunidad para disfrutar la última etapa de nuestra vida, antes de darnos nuestras últimas vacaciones en la tierra, no dejemos nunca de ser tolerantes, pero sobre todo amorosos con nuestros nietos.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com