El caminante, el amor y la fe.
No importa cuánto camine, no importa cuánto tropiece, sé que un buen día lo lograré y no será la suerte la que me lleve hacia ti; no importa si nadie me ve, o si nadie me escucha, si mi presencia es percibida o es ignorada, porque lo más valioso para mí, es que tú me veas y me hagas sentir, que no te has alejado y que caminas siempre a mi lado; porque tú eres el mejor amigo que he conocido, el que me levanta en cada caída, el que me escucha, el que me consuela, el que me da abrigo cuando tengo frío.
Enciende Señor con tu amor la luz de mi espíritu, enciéndela cuando me veas triste y apagado, cuando me veas solo y desconsolado, cuando la oscuridad se aproxime y por la falta de claridad, temeroso detenga mi marcha, para no desviar mi camino, para no perderme en la nada, y no enfrentar solo, la llegada a la encrucijada, donde tenga que escoger entre la vida y la muerte, porque en vida, seguiría caminando siguiendo tus divinas huellas para no perderte y si fuera el camino la muerte, estaría rogando por ser digno de ti, para encontrar la felicidad eterna a tu lado.
Soy un caminante en la fe, peregrino vacilante en ocasiones, componiendo poesía itinerante, que mucho habla de ti, siguiendo el camino del amor, escuchando, Jesús, tu Palabra, que le da motivo y color a mi vida, porque es esa la llave para llegar a los corazones de los que te necesitan, y te buscan sin saber, que fuiste Tú el primero que los encontraste.
Perdón pido, Señor, a mi prójimo y a mi asiduo lector, por ser en mi narrativa y dicción reiterante, pero, desde que te conocí, te escuché y te sentí, te quedaste para siempre conmigo, y no concibo ningún momento del día y de la noche el estar lejos de ti.
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