La fuga del grifo de agua

No hay relación amorosa, que por ser de verdad y no requerir por ello de prueba alguna, puede causar inesperado quebranto formal, por causas del desencanto, buscando por ello la distancia irracional, aludiendo terca ofuscación o descontento, sin pensar, que cuando se ama de forma tan real, al dejar de respirar para sí, se puede llegar a ocasionar en el intento mortal del sombrío y desafortunado momento, dejar sin soporte y sustento del oxígeno vital, al amor que le da el motivo a su apasionado existir.

El amor, si se pudiera medir, traería por consecuencia, una fecha de vigencia que expiraría cuando la relación se traduce como algo que anda mal; pero, no siendo el amor, un alimento cualquiera, que se pueda por sí mismo descomponer, se busca siempre una salida para poder consentir, que lo que a uno u otro unía, sólo era la intensión de convivir en una relación sin compromiso cualquiera.

Alguien me preguntó un buen día, si lo podía ayudar con un dilema que mucho lo mortificaba y confundía, porque aseguraba, que de amor tenía un problema; entonces le contesté, que si el amor era un problema, amor en su vida no había, porque cuando se ama de verdad, acaso podría haber motivos para preguntarse qué se estaba haciendo tan mal, que quisiera el orgullo arrebatarle lo único que tiene valor en la vida, y señalando que yo tenía en mi haber, un grifo de agua con una fuga constante, y no pasaba un sólo día que dejara de ver, que la gota que caía, me recordaba lo que es el verdadero amor, aquel, que no permite dar cabida a sentimientos mezquinos, que de vencer, se traducen en almas perdidas.

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