A la deriva.
Mira cómo llega el amanecer anunciando tu grandeza, y con la misma gracia, el cielo se adorna con estrellas, para hacernos sentir que siempre estarás pendiente de tus hijos en la tierra.

Y mira que teniendo tantas bendiciones sin merecer, de tanto amor que recibo de ti, me da vergüenza sentir, que te preocupes tanto por mí, porque arrepentido estoy de fallarte, sí, porque mi esfuerzo resulta ser tan limitado y frustrante, que vuelvo a caer, sin obtener el resultado que te prometí.

Y mira, que en mis frecuentes caídas, siempre estás ahí para volver a levantarme, para que la esperanza no muera, y ésta se convierta en el estandarte de mi continua lucha por estar cada día más cerca de ti.

Y mira Señor, que para ti no hay imposibles, y a una palabra tuya podría mi vida cambiar por fin, pero entiendo, que la lucha por liberarme ha de ser mía, porque debo de combatir el mal, que por mi necedad e ignorancia construí, para derribar el templo del espíritu que tú me obsequiaste y vive en mí.

Y mira mi Dios, que sin ti, no soy nadie, que sin tu ayuda me siento perdido, que no encuentro el camino, que mi destino es incierto, y el miedo a perderte me paraliza, de tal suerte, que no me puedo mover, para vencer al enemigo.

Y mira Jesús, que siendo yo tan insignificante, te has fijado en mí, y me has hecho sentir, lo que nunca antes sentí, y me has hablado, haciéndome saber que en tus manos, lo más pequeño, puede ser grande, y me pides por eso, que confíe en ti, que tenga fe, porque soy un navegante más, que ha subido a tu barca para salvarme.

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