El jardinero y el rosal
Por la alegría de vivir te digo, que no estés molesta ni conmigo, ni contigo, porque el vivir pendiente de todo cuanto te abruma, hace desaparecer del ánimo, la valiosa fortuna de saberse vivo, y saberse por Dios bendecido.
Y no creas que estoy molesto contigo, cuando de tu hermosa cara
de rosa te digo, que no me gusta ese gesto de ansiosa que me hace decirte, sin la intensión de herirte, que te prefiero como antes, fresca y primorosa. ¡Ah! pero tú siempre en tu defensa aseguras, que como antes, nunca podrías estar luciendo como una rosa, porque las rosas también con el tiempo se marchitan, y que por ti ya han pasado los años
¿Y quién te dijo que envejecer es un delito que se persiga de ley, y como sentencia te dicten el volverse amargado? No, mi amor, para el que está enamorado, siempre habrá primaveras, mira mis ojos que aunque cansados, brillan al verte, por que son por tu belleza de siempre iluminados.
Mira… te propongo una cosa, déjame ser quien cuide de tu jardín, el rosal que siempre da rosas, lo abonaré con mi amor todos los días, lo haré, con sumo amor y cuidado, porque quiero verte siempre feliz. Mira, mírate ahora al espejo, y verás cómo mi amor fertiliza con mis palabras sinceras todo tu cuerpo por mi siempre adorado.
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