Dicen que soy amante de lo viejo, porque lo que más amo en la vida, ha envejecido conmigo, amo pues la vida que nuestro Dios ancestral me ha obsequiado; amo a todos aquellos que me han acompañado durante este largo recorrido, porque han sabido envejecer conmigo, y lo más curioso de todo esto, es que por más tiempo que ha pasado, a todos los que he amado sigo viéndolos tan jóvenes, como cuando emprendimos juntos este viaje por el tiempo.
Amo como nadie ha amado a sus más queridos viejos, sí, a mis padres terrenales, porque por más años que pasaron por su vida, ellos siempre tuvieron para mí el suficiente tiempo, el de sus mejor días, para hacerme feliz; y qué decir de los viejos más grandes, a los abuelos me refiero, los consentidores incondicionales, los que buscaron con afán cumplir todos nuestros deseos, para vernos sonreír cuando nos embargaba el dolor de estar enfermos.
Amo la dicha que me dio el Creador de todas las cosas, al bendecirme con el privilegio de tener muchos hermanos consanguíneos, con los cuales repartimos nuestro tiempo, sin importar con ello que la vejez nos visitara más temprano que tarde; y qué decir de los viejos amigos, ellos también fueron y aún son mis hermanos, porque con ellos encontré el consuelo cuando alguna pena ensombrecía mis días más iluminados.
Amo a mi compañera más cercana en este viaje, a la que compartió su vida y dividió su tiempo para darme la alegría de una amada descendencia, conocida como hijos, a quienes también amo, aunque me hayan conocido de siempre como un padre viejo y anticuado, pero con la capacidad de rejuvenecer cada vez que iluminaron mi vida con los amados nietos.
Amo a todos aquellos maravillosos seres humanos que me conocieron como una joven herramienta del Señor, para desempeñar mi vocación de médico, los pacientes primeros, que hoy como yo, ahora cargan con suficiente experiencia adquirida con los años, tanta como para comprender que la salud que más debemos de cuidar, es aquella que nos roba el sueño, la que se pierde cuando dejamos que las emociones pierdan su equilibrio, y ocasionen que a temprana edad, de ser jóvenes, pasemos a ser viejos.
Por todo lo anterior y más, dicen que soy el viejo amante, el que nació amando y envejeció prematuramente en el camino, por estar cargando con el dolor propio y el dolor ajeno.

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