Pienso que el amor siendo uno, puede expresarse de muchas formas, en ocasiones, es tan intenso que puede conducirnos a la locura, otras veces es tan tierno, que igual puede volver loco a un abuelo, que puede encontrar en el tiempo, un momento que pareciendo ser rutina, hoy con lo que estamos padeciendo, vale más que el oro, porque a veces lloro sabiendo el por qué, porque a veces imploro al cielo para que me regrese a lo que antes podría haber sido concebido como una insignificante rutina de una tarde cualquiera, cuando cansado quería dormir, pero dormir a tu lado José Manuel, el nieto más pequeño, de los nietos que Dios me ha regalado.
Un buen día, pasadas las tres de la tarde, mi nieto José Manuel, que en ese entonces tenía dos años, me pidió con insistencia que lo alzara en brazos, lo miré a sus grandes ojos, me sonrió y fue así como no me pude resistir a su petición. Yo estaba cansado, por eso titubeé por unos instantes, y lo que él quería, era que yo me mantuviera parado, caminando de un lado a otro, lo paseé por un par de minutos, y después caí rendido en el sillón individual de la sala, esperando su justo reclamo, pero lo acuné en mis brazos, de tal manera que su bella cara quedó muy cerca de la mía, y mientras el permanecía con su mirada fija en mi mirada, entonces tiernamente me pregunta: ¿Estás cansado abuelo? ¿Lo dices porque me he sentado, José? No, lo digo porque dejé de sentir la fuerza de tus brazos mientras te encontrabas parado y ahora que estás sentado los has aflojado. Y ¿quieres que me pare de nuevo?
Al contrario, quédate sentado para que descanses, y además, te propongo una cosa, vamos a jugar quién se queda dormido primero. Me sorprendió la petición de mi nieto, pues, precisamente deseaba cerrar los ojos hasta quedarme dormido, entonces le dije, pero con una condición, aquél que despierte primero del sueño vespertino, despierta a su compañero. Bueno, me parece bien. Los dos cerramos los ojos y nos vimos envueltos en forma casi instantánea en un profundo sueño. No sé exactamente cuánto tiempo dormimos, pero yo desperté primero y lo llevé a acostar a un sillón más grande, pero al sentir el cambio, José despertó fingiendo que estaba dormido y me dice: Abuelo, ¿ya recuperaste tu fuerza? La verdad no pude dormir nada por estarte cuidando, temí que resbalaras de mis brazos si dormía profundamente.
El niño se sonrió y me dice ¿entonces por eso hacías un sonido como despertador descompuesto, para seguir jugando conmigo? Me pareció que tanta inocencia no merecía que le dijera mentiras, por lo que decidí contarle la verdad. Está bien José, has ganado el juego, me quedé dormido y ese sonido de despertador que dices, eran mis ronquidos, pero por lo visto, no eran más fuertes que tu silbido, que por cierto, me mantuvo siempre despierto.
Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com