72 años tengo viviendo en este querido suelo, nací en la 3 veces heroica ciudad de Matamoros, por lo tanto, soy tamaulipeca a mucha honra.

En este prolongado tiempo heme aquí testigo del crecimiento de esta hermosa capital más también de sus cambios.

Me ha tocado mirar 12 cambios de Gobierno, aún recuerdo que anteriormente tenía lugar los 5 de febrero, mirábamos atónitas los carrazos que arribaban de las fronteras con personajes, tanto hombres como mujeres derrochando elegancia para asistir a la importante celebración.

Como niña o adolescente, todo eso se te graba en el recuerdo para siempre.

Como toda ciudad importante ha tenido muchos cambios en aras del progreso en su infraestructura los que han beneficiado a sus habitantes, sin embargo, los de antaño tuvieron también su belleza natural.

Ejemplo su Alameda en donde en la actualidad los domingos acontece lo que llaman Libre 17.

Más hablemos precisamente de ese lugar:

Tu amplia avenida bordeada, en el centro el camellón. Los arbotantes plateando e inundan todo de luz.

Los árboles en valla cual marciales vigilantes, rojo sangre frambollanes, las jacarandas azul.

Como recuerdo Victoria tu arbolada Alameda, la sequía que te arrullaba con sus aguas cristalinas. Así te miré de niña de fértil verde adornada, visitada por las tardes por las aves cantarinas.

En el poniente la sierra imponente, majestuosa, los rayos del sol poniendo contraste de luz y sombras.
Los laureles matizando con sus variados colores, el ambiente perfumado, el azhar de los naranjos.

El plumbago rebozando en las amplias jardineras, las bugambilias bordando con flores todo el asfalto.
Al terminar la Alameda se divisa el monumento épica marcial figura del héroe tamaulipeco Pedro J. Méndez, orgullo de mi provincia florecida y arbolada, mi inolvidable Alameda, mecida por el “huasteco” que la refresca constante.

Por hoy es todo.

Hasta la próxima. Carpe diem.