En el año 2020, la actividad primaria, básica para todas las economías, los pronósticos del clima no son nada alagüeños para los productores de granos, forrajes, carne, cítricos, cañas y otros perenes como la sábila, para la región noreste del país. Es decir, se prevé que predomine periodos prolongados de sequía, que impactara en la germinación y desarrollo de cultivos lo mismo que en la gestación de los vientres bovinos, ovinos, caprinos y porcinos, ya que la cosecha de granos es básica para la engorda y finalización de estos, en los casos donde se extinguen los pastos en las praderas.
El año anterior los productores tuvieron un bajo rendimiento que se refleja desde la superficie programada y sembrada, durante los dos ciclos agrícolas, ya que en ambos se redujo la superficie sembrada finalmente en los ciclos Otoño-Invierno y Primavera-Verano, por falta de precipitaciones. Y los rendimientos han bajado en los últimos 10 años.
Aunque los climas adversos son recurrentes desde la década de los años 90 del siglo anterior en la segunda década del siglo 21 y así se perfila hacia la siguiente década. La FAO advierte que hacia el 2050 el 90 por ciento de la superficie cultivables se habría erosioado.
El informe parece alarmista y hasta sensacionalista, pero los indicadores de bajos rendimientos, escases de lluvias y sequias recurrentes se agudizan cada ciclo, lo que ha obligado a los ministerios de agricultura de la mayoría de los países a promover la siembra de nuevos cultivos, más resistentes a la ausencia de precipitaciones y tolerantes a las altas temperaturas.
En contrapelo de lo que pudiera definirse como un drama en la actividad primaria, en particular la política agropecuaria en México parece negarse a apoyar este sector en este momento crítico, por las implicaciones alimentarias que devendrán para la población resultado de una agricultura y ganadería no alentada en un momento crítico, por el gobierno federal.
Aunque en algunos casos los subsidios gubernamentales son irremediables, debido a que en particular en algunas regiones con vocación ganadera de esta entidad, los aguajes se secaron por falta de lluvias y escurrimientos. Y en el subsuelo el agua no es apta para el consumo de ninguna especie.
Mas agudo resulta para los sectores de la población urbana la ausencia de agua en la mayoría de las regiones del país. En Tamaulipas, es una necesidad insatisfecha en la mayoría de los 43 municipios, donde hay emergencia durante las 4 estaciones del año.
Quizá por ello ante estas circunstancias entidades como Nuevo León, donde el agua es básica para el desarrollo de la industria, se programa la construcción de una nueva Presa, un nuevo almacenamiento de agua similar a la denominada El Cuchillo, la última obra hidráulica que se construyó en esa entidad durante la década de los 80. Que por cierto puso en riesgo el abasto de agua de los agricultores tamaulipecos del Bajo Río San Juan del distrito 026.
Mientras en Tamaulipas no se ha concretado la construcción de la segunda línea del Acueducto de la Presa Vicente Guerrero a Ciudad Victoria, donde se triplicó la población en los últimos 10 años, por causas ajenas al fenómeno del agua, sino por la lava del volcán que también recorre el territorio mexicano. A pesar de ello se promueve una campaña verde.

Una “campaña verde” ante la crisis de agua
En el año 2020, la actividad primaria, básica para todas las economías, los pronósticos del clima no son nada alagüeños para los productores de granos, forrajes, carne, cítricos, cañas y otros perenes como la sábila