Caminando por el centro de la ciudad, encontramos muchas sorpresas, algunas no tan gratas, y que se refieren al abandono en que se encuentra, por ejemplo, nuestra legendaria calle Hidalgo, la más significativa del comercio establecido, hoy convertida en un vil basurero, nido de ambulantes y maleantes, y de rinconadas de basura y desperdicios.

Mucho se ha dicho de la arteria en cuestión, pero la verdad es que la han dejado morir quienes ostentan una administración municipal indigna, falta de resultados y de carácter y oficio político: la han hecho parecer una calle de puerto de quinta categoría, y han permitido que el comercio ambulante se posesione de todas las superficies posibles.

El comercio ambulante cumple con una función que el comercio organizado no acepta, pero que es una realidad: orece y da trabajo a cientos de personas que no tienen otra forma de supervivir, de llevar el sustento a casa.

Que si los líderes de los puestos, que, si hay cuotas y muchas otras cosas más se escuchan, no se pude ocultar, pero la verdad es que es una realidad y existe, es verídico y hay que enfrentar este aspecto como un problema a resolver, o como una oportunidad para que todos salgamos beneficiados, pues.

Y por otra parte, urge un plan en el que participen los comerciantes como eje principal: es tiempo que el alcalde González Uresti y su séquito de ineficientes dejen de querer ser protagonistas de todo lo que acontece en el municipio. Fueron elegidos para gobernar, no para ser las estrellas de la película.

Y en este asunto habrá que reunirse en primera instancia con los miembros de la Canaco, comerciantes de muchos años de la misma calle Hidalgo, con grupos patronales y comerciales, para pensar en soluciones que beneficien a todos, y que nos hagan recuperar la tradicionalidad de esta arteria, y volverla a hacer brillar, aunque sea probablemente demasiado tarde.

Debe pensarse en los peatones, pero no como causa única, sino complementaria al tráfico vehicular que resulta fundamental y al parecer se le ha hecho menos, privilegiando lugares para puestos y para uno que otro que nada tiene que ver con el comercio.

Dijo el alcalde que quitarían los estacionómetros, promesa incumplida hasta la fecha, y pensamos que deben seguir existiendo, aunque con otros criterios más comprometidos con la comunidad.

Finalmente, una zona comercial se hace con automovilistas, peatones, comerciantes, ambulantes y muchas más personas, y todos tienen una participación importante, por lo que no sería adecuado minimizar a cualquiera.

Pero se requiere poner un freno al comercio ambulante, poner reglas que les permitan tener la confianza de sus negocios sin afectar a los ya establecidos, y que todos podamos ganar-ganar de una experiencia de gobierno y ciudadanía que se antoja difícil, pero que resultaría más que benéfica.

Aún pensamos en los milagros, y creemos que alguien de la administración municipal tenga un dechado de inteligencia y criterio político y establezcan una consulta sobre lo que se debe hacer con la calle Hidalgo, pero no de esas amañadas en las que invitan a mucha gente a ser paleros porque ya tienen todo proyectado.

Dejen participar al interesado, que finalmente es el que mantiene esos lugares vigentes. El comercio organizado, la ciudadanía y la autoridad en conjunto podrían ser la diferencia entre un proyecto viable y uno inviable, y podría garantizar que aunque sea en esta ocasión la autoridad municipal no se quede con el dinero de los contribuyentes y se aplique verdaderamente en la obra en cuestión.

Todavía tiene la administración municipal la oportunidad de que le cambien un poco la famita que tienen de ineficientes y poco claros en la honestidad, y podría ser la diferencia entre haber llegado al 17 Hidalgo y cumplir a la ciudadanía.

Comentarios: columna.entre.nos@gmail.com