Un buen día, llegó a mi consulta un paciente que se sentía sumamente enfermo, y antes de que iniciara con el procedimiento normativo que exige la prestación de una consulta integral de calidad, el paciente me preguntó que si tenía el tiempo suficiente para atenderlo; le dije que sí, pero dudando de mi respuesta me preguntó: _¿Está usted seguro? _De eso no le quepa la menor duda -le contesté- Entonces el paciente inició el relato de una historia de vida llena de tropiezos, frustraciones y malas experiencias que condicionaron una serie de síntomas y signos que al paso del tiempo, se consolidaron para integrar el diagnóstico de varias patologías en las cuales sin duda, se inclinaban a privilegiar más lo psicológico que lo orgánico. El hombre describió con lujo de detalle su cuadro clínico, utilizando incluso terminología médica, lo que me hizo suponer que tenía acceso a la literatura del área correspondiente, y de hecho, había logrado llegar a un diagnóstico. Pasaron cuarenta y cinco minutos de su exposición, cuando dio por concluido, lo que debió ser el interrogatorio, pasamos al área destinada a la exploración física, y el hombre de nuevo retomó el tema, describiendo el tipo de dolor y las localizaciones del mismo; al terminar nos dirigimos al escritorio y el paciente no dejaba de mirarme, esperando que le diera mi impresión diagnóstica, pero antes me hizo la siguiente pregunta: _¿Puede hablarme de mi enfermedad? y le contesté: _Primero le hablaré sobre su persona, que es sin duda la parte más importante para comprender el diagnóstico al que he llegado. El paciente pareció confundido y replicó: _Pero yo lo que deseo es que hable de mi enfermedad, a eso he venido. _Desde mi punto de vista -le dije- usted vino a hablar de sí mismo; toda la sintomatología que ha descrito, habla precisamente de aquello a lo que usted quisiera ponerle nombre para poder atenderlo desde otro enfoque y no del que debe de ser. El paciente continuó diciendo: _Qué fácil resulta para el médico establecer un diagnóstico, simplemente se sienta ahí a escuchar a sus pacientes, y qué decir de la exploración, pareciera que sus ojos, sus oídos, y su tacto fueran verdadero escáner para confirmar lo que sospecha; está bien… no es el primero que quiere que vea a un especialista en psicología o en psiquiatría, he de confesar que me agradó su enfoque, realmente nadie se interesó primero en mi persona, los otros siempre se refirieron a mi enfermedad, como si yo no existiera.

Agradezco de corazón por este conducto a todas las personas que me hicieron llegar en forma individual y comunitaria sus bendiciones con motivo del DIA DEL MÉDICO. Dios los bendiga a todos.

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