¿Qué cuándo me solté de tu mano? No lo sé ¿Qué cuánto caminé sólo, pensando engreídamente que tú estabas a mi lado? No lo sé ¿Qué por qué me sentí digno de llevar a otros tu palabra? No lo sé. Pero, si todo esto fue obra tuya, perdóname Jesús por haberte decepcionado, yo sólo pensé en tu infinita misericordia y me sentí con derecho a recibirla; yo sólo creí que fui un niño muy amado por ti, y creí, que siendo un adolescente lleno de necesidades afectivas podría encontrarte y ser amado, y creí fielmente, que lo merecía; no sé si por sólo creer y sentir todo ello, fui perdiendo la humildad, y me fui llenando de ilusorias fantasías para sentirme diferente a los demás, y con todo ello se fue acrecentando mi egoísmo, al grado de no reconocer que en verdad nuca fui nada, porque fui menos que un grano de arena en el desierto, ya que un grano de arena es a fin de cuentas un elemento indispensable para saber que el desierto es lo que es, porque no le falta ninguno de sus elementos.
Yo sólo pensé que de joven me tenía que esforzar un poco más que otros, porque llevaba arrastrando demasiado peso del pasado, pero ahora sé, que podía con todo, porque esa pesada cruz la cargabas tú conmigo, entonces, por eso la carga era menos pesada, y pude llegar a ser adulto, pero al sentirme tan consentido por ti, creí de nuevo merecerlo todo, y de pronto, me vi escribiendo lo que yo pensé era mío, cuando sólo era el reflejo de aquello que me hubiera gustado ser: un aprendiz de discípulo tuyo, y de nuevo dejé de ser humilde y me volví engreído, a pesar de saber que para ser el primero, debería ser el siervo de todos.
Ahora me pregunto, quién soy en realidad, porque ya no me conozco, sobre todo, cuando otros dicen que soy otra cosa, menos que un hombre de bien, por eso te pido perdón, porque tú mejor que nadie, mi Señor, sabes que lo intenté.
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