“Para vivir se necesita satisfacer las necesidades básicas, pero, para vivir la vida se requiere además de lo anterior, mantener al estado de ánimo en óptimas condiciones”. A esta conclusión llegó mi Tío Tiótimo después de haber pasado por un estado de evidente depresión durante las fiestas decembrinas pasadas; y quiero aclarar, que no fue falta de atenciones de parte de toda la familia, al menos, yo que soy el más allegado a él, no dejé de visitarlo en su rancho El Olvido; y de hecho, compartí parte de nuestra cena de Navidad y fin de año, y si bien no pude quedarme toda la noche con él, pues tenía el compromiso de cenar con mi esposa e hijos, si pasé toda la tarde acompañándolo hasta ver meterse el sol por el oeste.
Tuvimos tiempo suficiente para platicar de muchas cosas, por cierto me atreví a preguntarle el motivo de su tristeza, pero como los viejos robles se mantuvo firme, y aunque su mirada se perdió en la nada como diciéndome: no me molestes, yo sé que todas las personas en algún momento de nuestra vida, necesitamos que nos hagan esa pregunta, así es que permanecimos un par de minutos en silencio y después el gran viejo tomando una bocanada de aire me dijo:
– A poco se me nota lo entristecido, pariente, yo pensé que cuando se es viejo, las arrugas de la cara pueden esconder el apachurramiento, y como no debería ser, como luego dicen, cuando lo de adentro toca fondo rebota y busca salida por cualquier agujero del cuerpo.
Después de escucharlo con toda atención, me di cuenta de que podía estar equivocado y lo que tenía mi tío no era un problema de depresión nerviosa, sino de retención de gases, así es que decidí poner en claro las cosas.
-A ver tío, quisiera que me aclarara una cosa, el día 23 de diciembre usted me habló por teléfono y me pareció, por su tono de voz, que murmuraba tristemente que la vida, para usted, ya no era la misma y con eso me daba a entender que sentía un vacío en el interior, mismo que había tratado de llenar con cosas que le devolvieran el sabor, porque ya no le satisfacía únicamente vivir sólo del aire, del agua y mascullando la comida por la falta de su dentadura ¿es correcto o estoy equivocado?
– Mire pariente, en primer lugar, cuando le hablé, me cargaba un catarrón de pocas pulgas, de las narices tapadas, de gaznate agarrado y de pillido de pecho, apenas sí podía hablar por grifonía que tenía, lo que yo le dije a usted era, que efectivamente, sentía un vacío de barriga, que la falta de dientes me hacía masticar lo poco que comía, que ni con agua, en ocasiones, podía tragar el bocado y tenía que jalar aire cuando sentía que me ahogaba; lo que yo le estaba pidiendo a usted, pariente, era una receta para rellenar a Filomena, la gallina pescuezo pelón que no aguantó el frío y se veía tan entelerida la pobre, que decidí aplicarle la anestesia, y desde luego aprovechar su carne, porque cómo han subido las cosas con eso de la gasolina.
– Definitivamente necesitaba estar más cerca del tío, o de plano ir con un otorrinolaringólogo, pues yo puedo asegurarles, que le escuché decir otra cosa, en fin, lo bueno que el pariente, como él dice “Ya paso el año” y por ello doy gracias a Dios, pues nadie sabe la fortuna de tener en la familia un tío filósofo tan añejo como el mejor de los vinos.

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