Eran tiempos singulares. Para algunos dorados y para otros de tinieblas.
Corrían los años finales de los setenta y quien escribe, un casi mozalbete de 20 años, daba sus primeros pasos como reportero en la sección deportiva.
Me tocó en suerte conocer a Gonzalo, un gran amigo del que la caprichosa vida me alejó –omito su apellido para evitar especulaciones– hijo de un secretario general de la Sección Barcazas del sindicato de PEMEX.
Un buen día Gonzalo me invitó a conocer el Muelle de Metales, un sector adscrito a la refinería de Ciudad Madero, área en la que como vástago del poderoso líder entraba y salía como de su casa y la cual recorrimos en un buen trecho hasta que me señaló a un soldador en plena operación.
–¿Cuánto crees que gana mensualmente ese trabajador? Me preguntó, para agregar: Su puesto es pailero de segunda.
–¿15 mil?…¿20 mil?… aventuré en lo que ya me parecía una exageración, pensando en mi salario de 2,500 pesos a la quincena.
Gonzalo sonrió abiertamente y me dijo: Gana 50 mil pesos al mes, más gasolina y gas gratis, apoyo de despensa y para gastos escolares de sus hijos, además de un bono anual y una lana extra por reparto de utilidades. ¡Y ni siquiera era pailero de primera!
Era casi imposible de creer. Pero me lo decía el hijo de un Secretario General. Y era la verdad absoluta.
Para esos obreros, eran los tiempos dorados, Los tiempos de las tropelías de Joaquín “La Quina” Hernández Galicia, de Chava Barragán, de José Sosa y de muchos más que controlaban a placer los contratos de la empresa, asignaban plazas y sueldos, participaban como proveedores de materiales y navíos y hasta daban el visto bueno a los directores de la paraestatal y a un mar de funcionarios.
Sin ellos nada se movía, sin ellos nada se compraba y nada se pagaba: Frente a ellos, el indeseable y tan satanizado Carlos Romero Deschamps hubiera sido un tierno “boy scout”. Ni como aprendiz lo hubieran aceptado.
¿Es posible que puedan volver esos tiempos del sindicalismo abusivo, de saqueos y de impunidad galopante a Petróleos Mexicanos?
Pues temo que sí. Un par de días atrás, el activista sindical petrolero David Herrera Malagon, uno de los “delfines” del actual gobierno federal para ese gremio. anunció que se encuentra promoviendo la próxima convención petrolera, en la cual se definirán nuevos estatutos laborales y las propuestas para el Contrato Colectivo de Trabajo, ya con la bendición del poder en turno.
Lo que viene, no necesita de un vidente para predecirlo si se toman en cuenta las palabras de Herrera: “Tenemos la garantía del apoyo del gobierno federal a la democracia sindical”.
El que sepa leer, que lea.
Si la tónica federal hasta ahora ha sido una regresión sostenida hacia modelos del jurásico como se aprecia en los ámbitos energéticos, ese retorno de los brujos sindicales –ahora mucho más sumisos– parece un futuro escrito desde el presente y junto con ellos la misma cauda de abusos, complicidades, contubernios y rapiñas desmedidas que permitían que Chava Barragán y sus chalanes despilfarraran un millón de dólares en Las Vegas en una noche de juerga.
Pobre PEMEX. Ya ha perdido por sus errores casi un billón de pesos en los dos años anteriores. Lo que le queda, apenas alcanzará, si vuelven esos cacicazgos, para medio llenar las talegas de los nuevos barones del poder sindical.
Lo bueno, es que el petróleo es de todos. Lo malo, como asienta la voz popular, es que lo que es de todos, es de nadie…
“ESAS SON VIEJAS”…
Me llaman la atención en el escenario electoral, dos candidatas. Una en Victoria y otra en Reynosa. La primera es Blanca Anzaldúa Nájera, una maestra que ha dedicado toda su vida a la formación docente y aspira por Fuerza por México a la alcaldía capitalina. La segunda, Rigel Guzmán, de Redes Sociales Progresistas, que trata de llegar a una diputación local.
Me resultan atractivos sus casos porque ninguna de las dos busca reflectores mediáticos, declaraciones estridentes ni las arropa un grupo económico. Cumplen sus campañas con lo que pueden, luchan con todo lo que está en sus manos para atraer la simpatía de los votantes y aunque prácticamente aparecen sólo en redes sociales, no se rinden. “Esas son viejas”, decía como alabanza Rachid, el viejo y añorado amigo dueño del café “Vic´s” de Victoria.
Me gustan estas candidatas. Oxigenan el enrarecido ambiente electoral repleto de perfiles de claroscuros y bajo sospecha. Me gusta verlas convencidas de hacer un buen trabajo, sinceras, respetadas socialmente y sin la avidez que caracteriza a casi todos. Mi mejor deseo para Blanca y Rigel, me encantaría verlas ganar…
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