La Liturgia en la Iglesia Católica es la celebración de la Salvación a toda la humanidad, realizada por Jesucristo el Señor, verdadero Dios y verdadero hombre.
Y en esta celebración hay tiempos en los que se celebra la salvación en general, y tiempos en los que se celebra un aspecto de esa celebración. Así pues se ha celebrado el aspecto de la Encarnación del Hijo de Dios, en tiempo de la Navidad, donde se celebró el nacimiento del Hijo de Dios por medio de la Santísima Virgen María.
Ahora se ha iniciado la primera parte del llamado “Tiempo Ordinario”, el cual no significa que no tiene importancia sino que es celebrar la Salvación en general. Esta primera parte de este tiempo se inició el lunes 13 de enero y se prolongará hasta el 25 de febrero, víspera del Miércoles de Ceniza.
En este segundo domingo del tiempo Ordinario (ya que la celebración de la Fiesta del Bautismo de Jesús, del domingo pasado se toma como primer domingo del tiempo Ordinario), se proclama el texto del Evangelio, Jn 1, 29 – 34, Juan el Bautista presenta a Jesús con tres expresiones: “Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo”, “Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él” y “Yo lo vi, y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios”.
Es como si Juan el Bautista diese respuesta a la pregunta que apareció muy pronto y que aún hoy resuena: ¿Quién es este? Ante la respuesta de que es Jesús, su palabra y su vida, Juan revela su misterio profundo, su razón última: Jesús está lleno del Espíritu de Dios, que lo hace su Hijo. Juan formula como testimonio propio la Palabra del Padre Dios en el Bautismo de Jesús. Jesús es un hombre como nosotros, que por el Espíritu de Dios, vive la más profunda experiencia del Padre como Hijo suyo en comunión única.
Y aún ante la gran sorpresa que provoca esta revelación, Juan muestra una perspectiva nueva, inesperada: aquél el Hijo lleno del Espíritu, es el Cordero de Dios que quita el pecado del ser humano. La Liturgia ha asumido esta expresión, en el momento de la comunión eucarística, en forma de triple invocación litánica: “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo…” y de anuncio: “Este es el Cordero de Dios que quita…” El cordero evoca al animal sacrificado en la Pascua; Juan anuncia la muerte y la resurrección del Hijo que “quita” el pecado del mundo, es decir, que carga con todo el pecado y lo saca fuera.
Que este pasaje evangélico ayude a aumentar en todos los creyentes la fe en Jesucristo, el Señor. Cordero de Dios que ha venido a quitar el pecado del mundo.
Que la gracia, el amor y la paz del buen Padre Dios permanezca siempre con ustedes.