Lo confieso, hace un tiempo pensaba que calificar a Andrés Manuel López Obrador como “un peligro para México”, resultaba en cierta forma una exageración.
Pensaba.
El presente me arroja de bruces sobre un escenario que, ahora sí, me quita el sueño. Bastaron unas palabras del dueño de MORENA para confirmar que esa añeja definición sí puede ser realidad.
Y voy más lejos: una trágica realidad.
Me refiero a la advertencia del mismo de que si se da –según él– un fraude electoral, no habrá quien detenga al tigre, en obvia alusión a la violencia que, otra vez según él, se desataría.
¿Habrá medido el tabasqueño el alcance de su amenaza maquillada?
No lo sé, pero si lo hizo, el temor pasa a ser terror, porque entonces existe plena conciencia del mismo candidato sobre lo que implica esa soterrada incitación a la anarquía social, al conceder un tácito permiso con apoyo incluido, para utilizar la fuerza en defensa de un supuesto triunfo.
Y le diré el porqué del terror.
López Obrador acaba de declarar con esas palabras, a propios y a extraños, que quiere el poder a toda costa, cueste lo que cueste. Lanzar esa arenga disfrazada significa que no le importa llenar los arroyos de sangre o dejar a familias sin padres y sin hijos con tal de que lo sienten en la silla presidencial. Reitero, el lema sería cueste lo que cueste.
Sólo encuentro en Andrés Manuel una frase similar anterior a la del tigre, igual de ominosa. Tal vez usted la recuerde: ¡Al diablo las instituciones!
No ha cambiado gran cosa El Peje de los años del foxismo a los actuales, es más que evidente. Si ese es el preludio de su “República Amorosa”, puedo imaginar qué haría con el poder en sus manos para que México camine como él crea que daba hacerlo.
Esta es la tercera vez que me decepciona Andrés Manuel. Nunca antes de manera tan tétrica.
Espero que dentro unos meses, esa percepción no se convierta en lamento…
LA DECISIÓN
Hay decisiones que se toman no sólo en atención a factores personales, sino que involucran a gran parte de nuestro entorno y por añadidura, también a gran parte de la sociedad.
La búsqueda del alcalde de Victoria, Oscar Almaraz Smer, de otro período –este sí de 3 años– con esa investidura, es una muestra de esas circunstancias, esta vez en el terreno de la política.
Si el jefe de la comuna capitalina hubiera decidido no ir por otro mandato, en lo personal lo hubiera entendido. Nunca como en este caso, un aspirante priísta a servir a su municipio ha sufrido tantos bloqueos y ha tenido que sortear tantos obstáculos que pretendían alejarlo de cumplir con ese propósito.
Mostró Oscar al registrar primero su intención y recibir después la constancia de candidato, que en verdad le interesan sus conciudadanos y el mejoramiento de su casa. Mostró también valor, porque no es sencillo ni mucho menos, navegar contra la corriente y en forma paradójica, servir además como tabla de náufrago para sus paisanos.
Bien por Victoria, porque si Almaraz repite la receta de los dos años que le tocó aplicar en su gestión y cuyo final asoma a corto plazo, el barco victorense podrá elevar su línea de flotación para no hundirse, como planean algunos intereses ajenos al municipio…
LA FRASE DEL DÍA
“Somos fácilmente engañados por aquellos a quienes amamos…”
Moliere.
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