Estando ya muy próximo el Año Nuevo, recordé la tradición de hacer una lista de buenos propósitos; años atrás, la elaboraba y la compartía con mi mejor amigo para que me diera su opinión, pues me llevaba diez años de edad y tenía ya mucha experiencia en ese tema.
Recuerdo, que él se ponía los lentes, adoptaba un rictus muy solemne y tomaba con ambas manos el pliego de buenos propósitos, y pasado algunos tres minutos, empezaba a mover la cabeza de un lado para otro, enviándome con ello una señal negativa; entonces, denotando extrañeza le preguntaba: ¿Qué pasa, te parece muy ambicioso mi proyecto de mejora personal? Pero él seguía callado, mirando fijamente el manuscrito; ya desesperado por su silencio, le pedía me lo regresara, y hasta en ese momento, me pedía me sentara, porque quería hacerme algunas observaciones. Mira, decía, no entiendo por qué tratas de engañarte, todo esto que estás poniendo en la lista, lo has intentado hacer desde hace ya diez años y siempre terminas por dejar todo a medias, lo que no acabo de entender, es ¿por qué cuando iniciaste la tradición, sólo te ponías tres metas y cada año que pasaba le ibas aumentando una? Es lógico pensar que entre más metas te pongas menos vas a cumplir, no digo que sea por falta de voluntad, más bien, sería por falta de tiempo, pero en fin, como dice la frase célebre “Prometer no empobrece, dar es lo que aniquila”, además siempre antepones la palabra “trataré” o “intentaré” y me da la impresión que no estás muy seguro de lo que quieres lograr.
Lo escuchaba con mucha atención y como siempre había empatía entre los dos, sabía que todo fluía en armonía y con una buena sintonía, pero ante su insistencia de que dejara de estar haciendo este tipo de intentonas por mejorar, porque siempre fracasaría, con un poco de pena le dije: Haber, ¿qué mal le ves al hecho de hacer más ejercicio, el querer llevar una alimentación más sana y ser más tolerante? En primer lugar, tú sabes que hay mucha empatía entre los dos, tus planes resultan ser también mis planes, yo no puedo llevarte el paso en las caminatas y mucho menos trotar, pues mis pies no soportan tanto ajetreo, y eso de comer más sano, bueno, no me has de negar, que a todos los lugares que te sugiero donde venden comida, ésta siempre está deliciosa, tanto, que antes tú te comías tres tacos, y ahora te comes seis; y eso de ser más tolerantes, pues la mera verdad no puedo, porque hay cada individuo que se empeña en hacerte la vida de cuadritos, y conmigo no va eso de poner la otra mejilla. Ahora entiendo, estimado amigo, por qué nunca te han agradado mis propósitos de año nuevo.
No es que no me agraden, lo que pasa es que son muy radicales, cómo está eso de cambiar todo lo que te agrada hacer en la vida, por tratar de conservar la figura y mejorar el carácter; además, acuérdate de la canción del alfarero, Dios nos formó del barro y la verdad a los dos nos dio forma de jarrón. No cabe la menor duda que somos muy empáticos.
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