De la noche a la mañana cambió el panorama político electoral, tanto para los mexicanos como para algunos “distinguidos panistas” que no tuvieron empacho en ir detrás de la señora Zavala pensando que ganaría una candidatura que no supo ganar en las asambleas, y que, seguramente, no ganaría en los comicios, a juzgar por las tendencias de encuestas, sondeos, pláticas de café y demás muestras ciudadanas de preferencias electorales.
La candidatura de Margarita nació sin signos vitales, gracias a una desmedida ambición de poder de la que hizo gala, descalificando al candidato de su partido de toda la vida, y del que juró en más de una ocasión que era la forma perfecta de hacer política.
Hoy, se ha empachado con sus propias palabras, y con el sismo de la Ciudad de México se cayó también su candidatura, la que estaba sostenida con alfileres, haciendo gala, entre otras cosas, de una muy mala arma: el feminismo.
Pensó la señora que las mujeres de México le debían dar el voto por el único hecho de ser mujer, y quiso jugar con un feminismo mal entendido de grupos que se dedican a buscar privilegios y no equidad en la mujer, y que denostan actividades de otros géneros, grupos y demás.
Se ha dado cuenta, seguramente, que ser mujer no garantiza ser gobernante capaz, aunque hay pruebas contundentes de ello: Angela Merkel, Isabel de Inglaterra y muchas grandes mujeres de la política, y qué ejemplo mejor tenemos que Amalia G. Caballero de Castillo Ledón, Josefa Ortiz de Domínguez y otras grandes damas, luchadoras, congruentes, fieles a sus postulados, que nunca traicionaron la causa por desmedidas ambiciones personales.
Hoy sucumbe el sueño de quienes realmente creyeron que la señora de Calderón iba en serio, y que creyeron una a una sus palabras y sus recorridos, en los que seguramente, con tres neuronas de capacidad, se habrá dado cuenta que no tenía ni la preparación, ni la capacidad ni el capital político para aspirar a ocupar la residencia de Los Pinos, ahora, como primera inquilina y no como la esposa del presidente en turno.
Se ha dado cuenta la señora a tiempo que no podría alcanzar ni ganar una elección que está muy peleada por dos fuerzas políticas, aunque poco a poco se vislumbra también la debacle de uno de los que ahí están, y con la mayor fuerza representada en encuestas, unas reales, y otras falsas.
El video que circula de Andrés Manuel López Obrador desvaneciéndose en pleno acto de campaña hace a muchos dudar si llegará a la elección y, en caso de llegar y ganar, si aguantará seis años de presión, porque se ha olvidado que una presidencia implica mucho estrés, tensión y problemas que parece que el tabasqueño no podrá superar por su avanzada edad.
Para ser prácticos, en el camino quedarían dos candidatos: Ricardo Anaya y José Antonio Meade; el primero, por mucho rebasa las expectativas de sus detractores y se perfila para dar una gran sorpresa, mientras que el segundo insiste en que no tiene partido y que ha sido un buen hombre, pero carga con una cruz muy pesada en forma de emblema tricolor y los escándalos del sexenio, mucho mayores que todos los anteriores en la vida de México.
El candidato Anaya estuvo con periodistas y acompañantes de la firma Milenio, donde trataron, como dicen ellos, de “hacerlo trizas”, y salió muy bien librado, gracias a su capacidad para responder la batería de preguntas mal intencionadas, sobre todo, de una Azucena Uresti que puso de manifiesto que no leyó una sola línea para preparar la entrevista, y pensó que por creer ser periodista podría ser contundente.
Anaya contestó y más.
Y en ese ambiente se lleva a cabo el proceso electoral más cuestionado y competido de la historia moderna de nuestro México.
Y más de 120 millones de almas, pendientes, temerosos de un resultado que puede ser de funestas consecuencias.
Por lo pronto, solo 4 llegan a la recta final, al bajarse de la carrera la única dama.

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