Dicen que la sinceridad es una virtud, otros aseguran que es un valor, lo cierto es que si alguna vez te preguntaste a ti mismo si eras sincero, seguramente te toparías con el hecho de analizar si siempre te has conducido en la vida diciendo la verdad.

Yo no sé quién sembró en mí la semilla de la sinceridad, pero pienso que mi madre tuvo mucho que ver en ello, más, no requirió de darme muchas lecciones sobre los beneficios de siempre conducirme en la vida diciendo la verdad, porque sentía que hacerlo no sólo era bueno para ella, porque le daba la seguridad de saber, que yo haría todo aquello que no le ocasionara preocupaciones y sufrimiento, y eso era bueno para mí también, porque si algo me podía hacer sufrir, era sentir y contemplar el dolor reflejado en el espíritu y el rostro de mi madre; qué por qué lo sentía, bueno, yo digo que porque mi espíritu es parte del espíritu de mi madre, y eso es producto del amor que siento por ella. Entonces deduje, que para ser sincero, es indispensable que ames a tu prójimo, sea este familiar, sea una amistad, sea conocido o desconocido; quien ama de verdad siempre será sincero y tratará de evitar hacerle daño a los demás, porque mentir duele tanto cuando le causas dolor a lo que más amas.

El tema viene a colación, porque con tristeza veo cómo en la actualidad se ocasiona mucho dolor por no ser sincero, por mentirle a los demás, sin duda todo ello alimenta y fortalece el egoísmo y nos convierte en una persona ruin, alejándonos de lo más noble y valioso que poseemos: El amor.

Cómo duele ver a los hijos, a los nietos o a los amigos mentir, cómo duele verlos alejarse de la verdad y con ello alejarse del verdadero amor, tan sólo por pensar en sus intereses, en lo que piensan que les da felicidad; cómo duele la indiferencia, el desamor, la ingratitud, nada justifica tal conducta, ni el hecho de sentirse víctimas de los errores de los padres.

Yo no sabía quién sembró la semilla de la sinceridad en mi corazón, ahora sé que fue mi madre, quien no escatimó ningún esfuerzo, se entregó completamente por hacerme sentir amado, y fue así como pude reconocer en su amor, la verdad, el camino y la vida.

¿Qué si siempre he dicho la verdad? hoy puedo decir, que la verdad se construye luchando todos los días contra aquello que quiere impedirnos saber quiénes somos en realidad, y puedo asegúrales, que el espíritu que nos anima y mueve la materia a la que llamamos cuerpo, no miente, es sincero, porque proviene directamente de quien es la fuente de agua viva y nos ha dado a beber su palabra, para que jamás tengamos sed de amor.

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