Ayer fui a saludar a mi madre, afortunadamente, se encontraba muy alerta, apenas hace unos días cumplió 91 años de edad, y como suele suceder, con los festejos del presente año, la gran fiesta se convirtió en una caravana de visitas programadas para saludarla y desearle lo mejor, cosa que no le agradó; y por qué lo sé, bueno, porque en el horario que me tocó verla y platicar con ella, se mostró muy callada y apenas me miraba, por ese motivo decidí regresar otro día, esperando que mejorara su estado de ánimo. Decía que la encontré muy alerta, pero igual de seria, le hablé cariñosamente, pero en su mirada se podía distinguir que seguía molesta, me pregunté si así había reaccionado con el resto de mis hermanos y le pregunté a la enfermera, pero me aseguró que su estado anímico había sido favorable en su turno, también me aseguró que no había variaciones en sus signos vitales, que todo había transcurrido normalmente; entonces me empecé a preocupar, porque me habían mostrado una fotografía que se tomó mi hermano mayor con ella el día anterior, y ella sonreía ampliamente; y me dije, no puede ser, ¿será que está molesta conmigo, porque esa semana sólo fui dos veces a saludarla? Entonces decidí seguir hablándole con mucha dulzura, le recordé pasajes de su juventud y de otras fiestas, le pasamos unos videos con los saludos de sus bisnietos a los que les puso mucha atención, evidenciando claramente el deseo de seguir viendo más; seguí pensando cuál sería el motivo, hasta que me percaté que en las fotos que se había tomado con mis hermanos la mayoría no llevaba cubrebocas y aparte, su cercanía era tal, que prácticamente estaban sobre ella; por lo que le dije:
Mira madre, me quitaré un instante el cubre bocas, tal vez por eso no me reconoces o tal vez pienses que no me quiero acercar a ti por otro motivo, pero te explicaré, lo hago para protegerte debido a un virus que ha causado mucho mal al mundo y que desde el mes de marzo de este año se encuentra también en nuestra ciudad, causando igualmente muchos males de salud a las familias; me escuchó atentamente, incluso, mostró asombro y preocupación con sus ojos; entonces me tranquilicé al sentir que me estaba comprendiendo, y en eso estábamos, cuando llegó de visita el padre Chava, quien siguiendo todas las disposiciones sanitarias, traía su cubrebocas y guardaba sana distancia, pero, cuál fue mi sorpresa, que a las primeras palabras del sacerdote, ella expresó la sonrisa más hermosa que le he conocido, el padre en ningún momento se retiró el cubrebocas, hicimos oración junto a él y le aplicó el Sacramento de la Unción de los enfermos, quedando ella con una paz espiritual que se podía sentir en el ambiente.
El sacerdote se despidió y ella lo siguió con la mirada hasta la puerta, después me despedí yo, hablándole nuevamente con dulzura y de broma le dije, para la próxima me pongo sotana.
Para mi madre no existen dobleces, el amor nace de un corazón puro y de una buena consciencia, mi cubrebocas resultó ser una barrera, separando mis labios del contacto con su cara y evitando que mis palabras se convirtieran en hechos; no la he besado, como otras tantas veces lo hacía, y de mis manos no han salido las caricias acostumbradas; mi madre no me ha sentido cerca desde la pandemia. ¿Estaré exagerando por ser médico?
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