Un aprendiz de filósofo se encontraba meditando sobre cuál sería su misión en la vida, ya en otras ocasiones, se había hecho la misma pregunta, pero seguía dudando sobre lo que parecía era la respuesta, porque cuando parecía que ya lo había resuelto, de nuevo se encontraba con elementos que lo hacían cambiar de parecer; preocupado como estaba, decidió buscar a su maestro, y como otras tantas veces, el maestro, ponía mucha atención a lo narrado por su discípulo, pero siempre le daba la misma respuesta: Si tienes dudas sigue buscando; al escuchar aquello nuevamente, el discípulo, con sumo cuidado le hizo otra pregunta: Maestro, me preocupa mucho no poder resolver este dilema, tanto, que tal vez debería de dedicarme a otra cosa: el maestro discretamente sonrió ante la preocupación de su discípulo y le dijo: ¿Qué acaso no te has dado cuenta que desde la primera vez tenías la respuesta correcta? Ahora permite que la duda te haga seguir caminando, porque conforme lo hagas podrás ir adquiriendo la sabiduría para poder darle respuesta a todas tus dudas.

¿Acaso tú no te has preguntado lo mismo? En mi caso me he preguntado frecuentemente lo siguiente: Si yo pudiera alcanzar aquello que he perseguido tanto, pienso, mas no aseguro, que me sentiría feliz, y digo no aseguro, porque tal vez, sin darme cuenta, he alcanzado todo aquello que me propongo en la vida, pero, no me quedo del todo satisfecho con lo logrado, porque me resisto a aceptar el hecho de que no todos percibimos de la misma manera lo que pensamos que es bueno; porque resulta que lo que puede ser bueno para mí, puede no serlo para ti, entonces, si mi pretensión es convencerte de que aceptes mi verdad y no lo logro, genero en mí un estado de insatisfacción e incompetencia que no me permite ser feliz.

Si tuviera la fortuna de tener un maestro sabio le preguntaría si estoy siendo acertado en lo que pretendo, pero, igualmente el maestro me respondería, que si alguna vez he encontrado la fórmula de la felicidad, seguramente no podría compartirlo con ninguna otra persona que pensara diferente, que sintiera diferente y que respondiera en forma diferente a  aquello que me causa satisfacción, porque podríamos entender lo que ocurre fuera de nuestro ser, pero difícilmente podríamos conocer lo que habita en nuestro interior y tiene  total independencia y voluntad, como para rebatir cualquier verdad que proviniera de alguien diferente.

Este juego de conceptos podría ser la evidencia de que todo ser humano tenemos el mismo origen de partida, pero en el camino adquirimos diferente forma de pensar y de actuar frente a las mismas situaciones que enfrentamos en la vida; de ahí que algunos llegarán al final del camino con la integridad idealizada, otros, se irán fragmentando en el trayecto, y se dispersarán en la inmensidad del universo, otros, acaso, nunca podrán iniciar su salida para conocer lo que es la vida.

Si yo pude alcanzar hasta ahora lo que me propuse en la vida, es porque tenía todo el potencial para hacerlo, a pesar del gasto inútil de energía que me robaran todos los pensamientos negativos que guardé en mi memoria por tanto tiempo, pero que a su vez, me sirvieron como acicate para no regresar a vivir todo aquello que me causó dolor y condicionó las variaciones de mi estado anímico.

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