Ahora que he tenido tiempo suficiente para verme detenidamente, me parece que he cambiado, pero sólo externamente, porque en mi interior mi esencia sigue siendo la misma, tengo mucho del niño de ayer, y me gustó ser lo que fui en esa etapa de mi vida, entonces, por eso decidí quedarme con lo mejor de mi niñez. ¿Qué cómo era? Bueno, fui un infante tranquilo, de una seriedad simulada, de esos que llevaban la música por dentro; me gustaba agradar a la gente, en ocasiones lo hacía siendo muy solícito, muy atento, muy servicial, otras veces, lo hacía dejando en libertad el buen humor que formaba parte indisoluble de mi naturaleza. ¡Ah! qué gratificante para el alma es ver a la gente feliz, el verla a los ojos y entrar a su interior, y comprobar el gran anhelo que tienen de serlo, y qué decir, al ver la sonrisa de sus labios o de plano las carcajadas, y sentir cómo éstas suman tiempo de calidad a su vida; o ver a la gente bailar sin inhibiciones y entonar una canción a todo pulmón alabando todo lo bueno de la vida; cómo no atesorar todo aquello, cómo no quedarme con lo mucho que me hacía feliz.

Sí, también de adolescente tengo que decir algo, las personas cercanas a mí decían que fui muy responsable, preocupado como ninguno por los demás y no sólo por los humanos, también por las plantas y el reino animal, ¿el por qué fui desarrollando esa forma de ser? a ciencia cierta no lo sé, pero ya lo traía desde el nacimiento, porque cuando me lo preguntaba a mí mismo, llegaba a la conclusión, que tenía un sentido especial para detectar a todos aquellos que tenían una evidente necesidad de ser amados; tal vez sólo era el reflejo de mi propia necesidad o de saber, sin tener plena conciencia, que había alguien que me amaba tanto y que habitaba en mi corazón, que siempre estaba conmigo, pero no lo conocía, ni lo podía describir en aquella edad.

Ayer por casualidad, vi algunas fotos cuando mi esposa buscaba unas imágenes captadas en 1986, en sí, era una foto de Ricardo González “Cepillín”, al saber se su reciente fallecimiento, la foto fue tomada en casa de mi madre y se reunieron los niños, entre ellos mis hijos, él estaba en Ciudad Victoria presentando su espectáculo de circo y nos fue a dejar unos boletos para la función, cuando le pedimos se tomara la foto con la prole él dijo: Cuando vean la foto, acuérdense que estuve aquí, reunido con la familia. Después encontré una foto que tenía muchos años de no ver, y me recordaron las palabras de Ricardo, pues en ella estoy sentado en una pequeña mesa, acompañado con mis hermanos Virgilio, Martín y Manuel, siendo yo el segundo de más edad en la descendencia Beltrán Caballero, se ve claramente la diferencia de edades con mis pequeños hermanos, entonces me vino a la mente la frase: Sí, estuve ahí, en los momentos en que más me necesitaron, también era un niño, pero Dios forjó en mí un carácter adecuado para aquella época, porque él sabía, qué era lo que necesitaba en aquel tiempo y yo sin él no hubiera podido estar a la altura de las circunstancias.

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