Si alguien quiere llegar a la alcaldía de Victoria o mantenerse en el cargo, es preciso que entiendan que las elecciones se ganan con votos, y éstos provienen de gente común y corriente y no de una élite que les rodea.

Escuchar a los ciudadanos y sus propuestas resulta fundamental para poder establecer compromisos y planes de gobierno que, de cumplirse, asegurarían la reelección o continuismo del mismo instituto político o causa. No es más que tener inteligencia y no cegarse: no creerse los grandes emperadores de sangre ezul y bajar a las calles del pueblo de Victoria o cualquier municipio, para rozarse con los de a pie, los que trabajamos todos los días y padecemos o disfrutamos las acciones de gobierno en sus tres niveles.

Es urgente que nos lleven a una vida dentro de la ley y el bienestar, y dejen de simular y hacer como que hacen o escuchan. Atender las exigencias mínimas es fundamental.

No es posible, por ejemplo, vivir en una ciudad donde la mayor carga de automóviles es ilegal, porque no tiene placas o manejan placas estadounidenses, y eso en cualquier parte se llama CONTRABANDO y es ilegal, inmoral y más quien lo permite.

Nos han dicho que no pueden decomisar o meter al orden a los automóviles chocolates porque desencadenaría un problema social de grandes proporciones, y nos preguntamos: ¿para qué son las leyes entonces? Vamos dejando de cumplir para que los que gobiernan no se enojen y todos contentos.

Fundamental es que nuestras calles se encuentren en buen estado y dejemos de afectar el patrimonio de los ciudadanos, porque tanto bache perjudica nuestros vehículos.

El problema del agua y su distribución tiene muchas aristas, pero hay que enfrentarlo. En primera instancia: no hay agua por la sequía y eso no es cuopa de un alcalde o un gobernador, tampoco de Dios, sino de un cambio climático que ha sido demasiado agresivo con todos.

En ese sentido, urge una estrategia que distribuya la poca agua que llega, pero ante todo, que aprendamos a cuidarla, EDUCARNOS en el uso del agua para poder disfrutar siempre del recurso. Tener cisternas o tinacos y solventar estos problemas con acciones en las que participe la ciudadanía y la autoridad en sus niveles correspondientes.

Los agentes de tránsito, según su improvisado jefe, ven a tener que pagar las infracciones que hagan mal, lo que nos parece un absurdo total: mejor que los capaciten para que no abusen y no se equivoquen o que se equivoquen lo menos posible, y no se les amenace, porque, créame, si les cobran la primera multa, van a salir a ver quien es el pagano de la misma. No es una solución lo que pretende el jefe que tienen y que se ve que no conoce de desarrollo humano ni leyes.

Quien desee ser alcalde de Victoria para el próximo trienio deberá justificar peso a peso lo que ingresa por concepto de pagos de derechos y multas, y dejar de vivir como sultanes. Quitar estacionamientos exclusivos de la autoridad, porque parece que las calles son de ellos nada más, y si no, fíjese en las afueras de cada dependencia y lo absurdo que resulta el abuso en los lugares para dejar el automóvil.

Y si cumplen con esas cosas, con la voluntad de servir a los demás, sería otra cosa y entonces nos volcaríamos a seguir apoyándoles, a entender que son autoridad y debemos cumplir.

Deben ser enérgicos y no permisivos ni hipócritas, honorables y no ladrones, dejar de abusar de sus cargos y verlos como lo que son: una oportunidad para servir a los demás.

Eso le diríamos al candidato o candidata que resultase triunfador el 1 de julio, pero falta que cuando llegue no se maree, o que no lo envuelvan esos malos individuos que ciegos de poder ciegan a sus jefes, logrando que tengan mala reputación.

 

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