Dos temas fundamentales ocupan a los mexicanos, siendo el primero el proceso electoral que en su primera y más importante fase culmina el 1 de julio con las votaciones y posterior anuncio de los resultados, y sin lugar a dudas, el campeonato mundial de futbol, donde nuestra selección está haciendo romper las apuestas en todo el mundo.
Hay semejanzas en las dos actividades. Veamos:
Al columnista le apasiona el fútbol y lo sigue desde siempre, aunque en los últimos años, por la edad, el hartazgo o la formación personal ya no disfruta tanto los partidos, y la razón principal es -y cheque usted y verá que es cierto- que las selecciones, aparentemente las mejores del mundo son campeonas todas… en trampas y simulaciones.
Los enemigos del buen futbol critican a Cristiano Ronaldo porque dicen que hace mucho “teatro” para que le marquen faltas; como él, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que TODOS los jugadores lo hacen: simulan faltas, jalan camisetas y obstruyen rompiendo con las leyes, a ver si el árbitro no se da cuenta y pasa la trampa.
Pareciera que hacer trampa es constituirse como el mejor. El partido de Croacia y Argentina nos mostró la irregularidad que hay en los 22 que estaban en el campo respecto a la honorabilidad y profesionalismo, caballerosidad y juego limpio: no saben esperar un tiro de esquina sin jalonear, sin pellizcar, sin patear.
Trampa tras trampa, y eso es lo que ven nuestros hijos, y de ellos aprenden porque las “figuras” lo hacen. Y los comentaristas todavía cínicamente dicen: “era una falta táctica” o “no tenía otra posibilidad que hacer la falta”, admitiendo que se triunfa a base de trampas.
Así nuestros candidatos de todos los partidos.
Recientemente el Instituto Nacional Electoral anunció que el candidato “Bronco” había tenido irregularidades para obtener la candidatura, y que todos los candidatos -los cuatro- tienen atraso en sus obligaciones de ley sobre las cuentas de sus campañas. No destaca ninguno porque todos están irregulares, y es cuando nos preguntamos ¿Esos pretenden gobernarnos?
Vemos a un delegado de tránsito en Victoria que anuncia una campaña implacable contra los enmicados de automóviles, lo que constituye un delito, y nos damos cuenta que la mayoría de vehículos oficiales de los tres niveles están polarizados y caen en delito, porque una falta de observación a la ley se llama delito, pequeño o grande, pero al fin delito.
Y si queremos que México cambie, deberíamos dejar de cometer delitos, de estacionarnos en las escuelas en doble y triple fila “aunque sea un momentito”, o deberíamos también dejar de omitir las luces rojas de los semáforos, dar vueltas prohibidas y demás.
¿O es que nos pretendemos convertir en infractores?
Y decíamos: en el fútbol pasa lo mismo, por lo que la comparación, aunque odiosa resulte, es porque ambas actividades -la política y lo que fue un deporte honorable- han caído en manos de delincuentes, de infractores, de inmorales que no cumplen la ley.
Muy jóvenes nos enseñaron que cuando uno no observa la ley, omite una observación legal y comete una falta o delito, sin darle más nombre que ese.
Entonces, si nos pasamos la luz roja o jalamos la camiseta del contrario, pensamos que es tanto delito como robarse recursos de las prerrogativas, como falsear credenciales de elector.
Y los mexicanos queremos una elección limpia, legal, donde no haya irregularidades, donde gane el que la gente decida para bien o para mal, pero que sea conforme a la ley.
¿Es mucho pedir que nos manejemos apegados a la ley?
Pareciera que sí, porque nuestra “clase” política nunca cumple la ley… y nuestros futbolistas tampoco.

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