¿Es desacato?…¿Es la señal de un cambio de rumbo?… ¿Es una muestra de romanticismo?… ¿Tal vez una demostración de independencia?
Ayer, el líder del Congreso Local, Glafiro Salinas Mendiola, me sorprendió y estoy seguro que a muchos más, al opinar sobre el manejo dialéctico y desde luego político, que se le ha dado desde las esferas gubernamentales al tema de la inseguridad pública en Tamaulipas, desde un año y medio atrás.
Le cito de la manera más textual posible:
“Ya no vamos a traer el pasado para justificar el presente, sino tenemos que utilizar el presente para preparar el futuro, por lo que ya no vamos a estar perdiendo el tiempo para decir lo que nos dejaron en materia de seguridad pública”…
¡Gulp!
Si el mensaje no tuvo dedicatoria por voluntad propia, el Presidente de la Junta de Coordinación Política le atinó “sin querer queriendo”.
Hasta ahora, el desastre que dejó la administración de Egidio Torre ha sido un himno oficial para justificar la barbarie que hoy vive Tamaulipas en el terreno delictivo. Todos los males del mismo han sido tratados hasta ahora, en la retórica gubernamental, como una consecuencia del pasado.
Y ayer, de repente, el golpe de timón. Ese mismo pasado se ha convertido, según Glafiro, en una pérdida de tiempo si se maneja como explicación, en una invitación maquillada a olvidarnos de esos tiempos.
Dicen que en política nada sucede por azar. Nada ocurre por una coincidencia. La experiencia ha confirmado que en la inmensa mayoría de los casos tales afirmaciones resultan verdades absolutas.
Por eso, las dudas asaltan.
¿En verdad el pastor en el Congreso del Estado vertió una posición real del Legislativo o sólo siguió una línea?
La primera posibilidad se antoja lejana, a la luz de la intensa relación entre ese Poder y el Ejecutivo. Tal vez pudo ser una ocurrencia o una figura para el lucimiento discursivo del dirigente. Un símil del gracioso “Se me chispoteó”.
Pero la segunda me parece preocupante.
Si ya no se va a satanizar, si ya no se va a culpar, si ya no se va a responsabilizar al gobierno anterior por la violencia que vive el Estado, significa que se acerca el tiempo del perdón para Torre Cantú?
No sería insólito. Cosas más raras suceden en la política, donde la impunidad es muchas veces un reemplazo de la justicia…
LA OTRA LECCIÓN
En el inicio de esta semana, una maestra le dio a la clase política priísta de Tamaulipas, una lección. Y no fue en las aulas.
Me refiero a Magdalena Peraza Guerra, alcaldesa de Tampico.
La dama, merecedora de todos mis respetos como tal, no es –lo confieso– santo de mi devoción en el terreno político, pero en el caso al que hago referencia me parece que sin importar el rango, la señora les mostró a sus compañeros en la función pública el porqué de sus jaquecas ante la pesadilla que son ahora para ellos las redes sociales.
Al responder a los cuestionamientos de la prensa sobre las denuncias aparecidas precisamente en redes contra la edil, en relación con supuestas propiedades y empresas de la misma, soltó una sencilla frase: “Soy inmune a las redes sociales”.
¿Balandronada?…¿soberbia?
No lo creo. Y le diré por qué.
La profesora ha hecho su trabajo a la vieja escuela priísta, la misma escuela que ha perdido ese partido con la tecnocracia importada de Oxford, Yale o Cambridge. Es esa chamba en la trinchera, al lado de la gente, en los patios de sus casas, en sus mesas, en sus empleos. Es la que le permitió al tricolor sobrevivir en todo México como mando durante más de siete décadas.
No tengo relación alguna con la maestra, pero sí le creo. No en un acto de fe, sino por experiencia. Allá ellos si no le aprenden la lección…
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