En esta ocasión me refiero a un relato que cuenta la historia romana, la cual considero fue una de las civilizaciones trascendentales en la historia, equivalente a grandeza, disciplina, estrategia, conquista, entre otros atributos más; no obstante, antes de lo que estaba destinada a ser, por un momento estuvo a punto de “perder la cabeza por completo”.

La historia relata que durante el mandato de Tarquinio Prisco (siglo VI a.C.), quien se distinguió por sus conquistas militares que ampliaron el poder y la extensión del territorio romano, se vivió un periodo de crecimiento y progreso. Además, se le atribuye la creación de instituciones políticas y religiosas. Al igual que otros primeros reyes romanos, su historia está envuelta en leyendas y mitos, una característica fascinante y singular de la civilización romana.

Transcurría el siglo VI a. C. época de la monarquía, en aquel tiempo era una Roma sencilla, todavía no revestida de mármol ni de grandes columnas en sus edificaciones; de hecho, había comenzado la construcción de un enorme templo dedicado a Júpiter.

La edificación inicio con la delimitación del recinto sagrado, pero antes, se debía excavar grandes cimientos, de casi diez metros de profundidad, a fin de asentarlas correctamente, que debido a la magnificencia de la obra se contemplaban todos los detalles íntegramente.

Durante el proceso se descubrió una gran cabeza humana, según se decía estaba “incorrupta”. El extraordinario hallazgo fue tomado para los romanos como un “prodigium”, que significaba para estos un suceso anormal, era considerado como una señal de los dioses, se creía eran signos de advertencia rigurosa que pudieran ser positivos o negativos. Cuando esto sucedía, los romanos por lo general consultaban a los sacerdotes conocedores de estos temas.

Ante este descubrimiento, los romanos acudieron a preguntar a los adivinos, los llamados “augures” los cuales no pudieron proporcionar una explicación satisfactoria; entonces, recurrieron a los arúspices, grandes sabios etruscos, se decía que sus conocimientos adivinatorios eran más poderosos que los de cualquier persona en el mundo. Los etruscos era un pueblo situado el norte de Italia, que lograron tener por un tiempo una importante influencia en los romanos.

El caso es que una comitiva romana se trasladó hasta el vecino territorio etrusco, a consultar al que en ese tiempo era el más aclamado arúspice, de nombre “Oleno Caleno”. Sorprendido éste ante tal descubrimiento, en su interior supo que se trataba de una señal evidente de grandeza futura, -tal como ocurrió-, y que los dioses habían enviado a los romanos.

Roma estaba destinada a ser la cabeza del mundo entero, así lo manifestó el sabio “Oleno Caleno” en su revelación a los embajadores romanos. “Caleno”, además de inteligente, era astuto y trató de engañarles al tratar de atribuir los beneficios de aquel “prodigium” al pueblo etrusco. De inmediato, dibujó en el suelo un templo y preguntó: “¿Es así, romanos, como decís?” señalando el templo. “¿Aquí se encontró la cabeza? Entonces, aquí debe estar el templo del Júpiter todopoderoso”.

La afirmación del hábil Caleno resultó confusa, y los romanos estuvieron cerca de caer en el engaño, ya que el supuesto “croquis del templo” se encontraba precisamente en tierra etrusca. Ante esta situación, los romanos reaccionaron rápidamente, insistiendo en que el hallazgo se había producido en Roma. Estuvieron a punto de ceder a los “etruscos” el gran “prodigium”, ya que, para ellos, todo su poder, legitimidad y grandeza como civilización provenían de los dioses. Finalmente, se edificó el templo de Júpiter en el lugar donde se encontró la cabeza.

La breve historia que he narrado se centra en la construcción del templo de Júpiter, conocido actualmente como el monte Capitolino o Campidoglio en italiano. Este templo se encuentra en una de las siete colinas sobre las cuales fue fundada la antigua Roma. A lo largo de su prolongada existencia, el templo ha sido testigo de grandes épocas que han marcado cambios constantes y a menudo redirigieron el curso de la historia.

Los romanos tenían la costumbre de escribir con regularidad, no solo aquellos encargados de hacerlo; sino también, los líderes quienes registraban sus memorias diariamente. Gracias a esta abundancia de escritos, podemos descubrir sucesos interesantes en el tiempo.

Finalmente, el gran “prodigium”, se cumplió; Roma fue memorable, próspera y triunfante; a pesar de ello, el gran imperio romano fue devorado poco a poco por la corrupción, la intriga política, el comportamiento escandaloso de los poderosos, el abuso de poder y la combinación de diversos factores económicos, sociales, militares, políticos y administrativos que fueron debilitando paulatinamente la estructura de su gran poderío.

En ocasiones, incluso cuando contamos con todos los elementos a nuestro favor para alcanzar la grandeza, nuestra propia naturaleza puede traicionarnos y llevarnos al fracaso. En una reflexión más profunda, ¿qué persona, partido o nación, al experimentar la sensación de poder en su existencia, permanece igual que como un día fue?