“Cuando estamos mal, conocemos a nuestros amigos; cuando estamos bien, nuestros amigos nos conocen…”

Dicho popular

En Tamaulipas, prácticamente nadie ignora el atropello jurídico y penal que sufrió el ex gobernador Eugenio Hernández Flores, durante la administración del infumable Francisco García Cabeza de Vaca.

Ese abuso de autoridad está marcado en los anales judiciales del Estado como una de las páginas más negras escrita por el revanchismo y la venganza intestinal, que fue etiqueta de la gestión del panista.

Insisto: Todos conocemos esa historia que avergüenza a fiscales y jueces honestos y también a los ciudadanos en general.

Enfatizo lo anterior porque ese ha sido hasta ahora un tema medular que ha manejado Geño, como lo conocen sus amigos, en sus reuniones públicas y privadas, discursos y entrevistas, tras ser designado candidato a Senador por el Partido Verde Ecologista. No es una experiencia fácil de olvidar para nadie y es comprensible y totalmente justificable el sentir de Eugenio.

Sin embargo, en la percepción de quien esto escribe, Geño no necesita, no requiere para reactivar su figura, tanto personal como pública, revictimizarse.

El ex alcalde victorense tiene merecidamente legiones de seguidores y fieles simpatizantes producto de su labor como edil, diputado federal y gobernador, en cuyas encomiendas mostró su don de gentes y su generosidad. Fui testigo directo de eso en innumerables ocasiones al acompañarlo en una de esas etapas.

Me parece, es mi opinión, que la prioridad debe ser recuperar plenamente al Geño de siempre, no para olvidar el pasado o perdonar los agravios –los culpables deben ser castigados– sino para dedicarse a trasmitir esa confianza que emana en forma natural y lo sigue caracterizando.

Para decirlo en apretada síntesis:

En lo personal, me gusta la idea de recuperar la credibilidad en quien me represente en el Congreso de la Unión, quiero volver a sentir que hay alguien que entiende mis problemas y se preocupa por resolverlos. Eso es lo que veo y lo que la inmensa mayoría de la gente ve en Eugenio. Dudo mucho que estén buscando a un juez o a un sheriff.

Desde estas modestas líneas, todo mi apoyo a Geño en su anhelo de que la justicia se aplique a quien o a quienes abusaron de su poder, sin cerrar el libro de la injusticia sufrida y sin olvidar el necesario castigo a los culpables, pero cada día queda más claro que a corto plazo empieza a ser necesario, lo digo con la mejor de las intenciones, de hablar más del bienestar de los demás y empezar a hablar un poco menos de lo propio.

Es una simple opinión de un amigo al final de la fila…

EL ARBOL DEL FRENTE

Las campañas presidenciales, polo indudable de atención política en estos momentos, han reincorporado un juego a la lucha cívica por obtener el voto mayoritario.

No es una práctica novedosa, pero en este escenario cobra mayor importancia. Se llama jugar al error ajeno.

En esas circunstancias, no importa el tamaño o número de los beneficios que ofrezcan los aspirantes, terminan por ser eclipsados y hasta desaparecidos por una falla, muchas veces inesperada.

Si lanza un vistazo a los andares de Xóchitl Gálvez, de Claudia Scheinbaum o Jorge Alvarez Maynes, seguramente encontrará compromisos que de realizarse serían vitaminas para el país, pero basta una palabra equivocada, un desliz verbal o una acción inapropiada para olvidar lo positivo y no sólo exaltar el error sino aprovecharlo como sucede en los deportes, para anotar un gol, encestar o robarse una base, no por habilidad o calidad, sino por el tropiezo del rival, por citar algunos ejemplos.

¿Podemos conocer de esa manera lo bueno que ofrecen los candidatos?

Es difícil hacerlo.

Sucede con lo anterior como en el viejo aforismo que asienta que el árbol que vemos al frente no nos deja apreciar el bosque entero. Saludos…

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