Señor mío y Dios mío, desde el día que naciste en mi corazón lo celebro, y me llené de gozo cuando encontraste en él un alojamiento humilde que muy pocos pueden ver, y que a decir verdad, ni yo mismo sabía que existía, sobre todo, porque algunos que se jactan de ser justos, me han hecho sentir que no te merecía; más, tú te quedaste para siempre conmigo, y me auxilias para vencer mis debilidades, porque bien lo has dicho, no has venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
Hoy toqué tus benditas manos, mi Señor, y avergonzado, te pregunté si mi amor por ti era sincero, tú me miraste con ternura, sonreíste y me contestaste que me amabas, tu respuesta me llenó de alegría, pero de nuevo te pregunté: Señor ¿es sincero mi amor por ti? sonreíste, me miraste con infinita ternura y me respondiste: Tú sabes que te amo; entonces avergonzado por mi necedad, me quedé callado, bajé la mirada, te acercaste y besaste mi mejilla y me dijiste: Siempre he sabido que me amas ¿acaso el hecho de acudir a mi presencia no significa que has venido a buscarme para decírmelo? ahora levántate, deja de besar mis manos y sigue esforzándote por amarte a ti mismo y no dudes más de tu amor por mí, que nadie que no haya amado como tú amas, debería juzgarte.
Nunca dudemos del amor que sentimos por Jesucristo, porqué él jamás lo dudaría; ¿acaso el hipócrita, el mentiroso, el ruin, puede engañar a Cristo cuando finge amor?
“Más tú, ¿por qué miras la mota en el ojo de tu hermano, no reparando en la viga que tienes en el tuyo? (Lucas 6:41)
Les deseo una feliz Navidad al personal de este prestigiado medio de comunicación y a todos mis estimados lectores.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com