(Intro: En la era de las tecnologías de la información y de la comunicación, la libertad de expresión viene acompañada de otro derecho democrático fundamental: el acceso a la información.)
“Y en ese día se separarán dos monstruos, una hembra llamada Leviatán, que morará en el abismo donde manan las aguas, y un macho llamado Behemot, y ocupará con sus pechos un desierto inmenso llamado Dandain” (Libro de Enoc).
En la mitología hebrea, Leviatán y Behemot son dos monstruos poderosos que se enfrentan al inicio de los tiempos (otras versiones ubican esta lucha el día del juicio final), y el mundo gira sobre la energía gravitacional que despliegan ambas fuerzas encontradas.
El apagón digital o la censura política que las empresas privadas manejadoras de redes sociales dieron al presidente Trump aquel 6 de enero, así como las posteriores reacciones de éste, bien se pueden encuadrar en una expresión contemporánea de la lucha entre Levitán y Behemot, entre el poder público y los poderes fácticos privados.
El episodio revivió el debate sobre la libertad de expresión y sus límites. ¿Quien gobierna tiene derecho a la libertad de expresión, al igual que quienes gobierna, o sólo tiene la obligación de respetar la libertad de expresión de éstos? En lo personal, considero que quien gobierna no sólo tiene el derecho a expresar libremente sus opiniones, sino la obligación de hacerlo, como un elemental ejercicio de rendición de cuentas y transparencia. El único límite son el derecho y las libertades de quienes gobierna, su contraparte.
A su vez, las y los gobernados (desde la persona más humilde hasta la más poderosa) pueden y deben manifestar sus demandas, esperanzas y decepciones al jefe de Estado o de Gobierno, en un elemental ejercicio de la libertad de expresión, cuyos límites consensuados desde hace años son la libertad de sus pares, es decir, de otras y otros ciudadanos iguales y con los mismos derechos.
En la era de las tecnologías de la información y de la comunicación, cuyo hijo más prominente son las redes sociales, en donde la comunicación fluye horizontal y bidireccionalmente, la libertad de expresión viene acompañada de otro derecho humano democrático fundamental: el acceso a la información.
Las corporaciones privadas que manejan redes sociales (Facebook, Twitter, YouTube, Instagram, TikTok, etc.) son administradoras, no propietarias, de al menos dos bienes públicos universales: la libertad de expresión y el derecho a la información. No se deben erigir unilateralmente en censoras o juezas de las opiniones de quien gobierna o es gobernado, porque esta función es potestad exclusiva de un poder legítimamente constituido, que es el poder judicial, en el cual hasta los peores criminales gozan de una garantía de audiencia, es decir, de ser escuchados en legítima defensa.
Las redes sociales en México y en buena parte del planeta están transitando de la libertad libérrima a la libertad monitoreada y acotada. En esta transición tiene que ver el uso y abuso que se hizo de la libertad de expresión en los orígenes de las redes sociales.
Encontrar el punto medio entre el Leviatán y Behemot ha sido tarea de otro ser de la mitología hebrea, Ziz, el rey de los aires, que cuando se posa sobre la tierra, su cabeza toca el cielo y sus alas oscurecen el sol, serenando los ímpetus de los monstruos originarios. En la democracia contemporánea, todo lo que contribuya a atemperar al Leviatán y a Behemot, representa a Ziz: desde el poder legislativo y el poder judicial hasta la sociedad civil, en sus múltiples y vivas facetas.
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