El “Imperio Romano”, fue una de las civilizaciones más importantes de la historia, es sinónimo de grandeza, disciplina, estrategia, conquista, gobernabilidad y evolución social. Su pericia militar, hizo posible conquistar gran parte del territorio europeo. La forma de conducirse sirvió de modelo a las sociedades del mundo, no solo en su organización militar, también, en su estructura política, jurídica y social. Aun así, “toda gloria es momentánea” o pasajera, y en efecto, tuvieron que pasar mil años para que el gran impero se desplomara; sin embargo, durante este largo periodo, la cultura romana desarrolló una extensa variedad de prácticas, entre ellas un significativo ritual bautizado como el gran “Triunfo Romano”, tema principal de mi breve escrito.
Los romanos tenían una forma muy peculiar de representar y festejar el triunfo; habitualmente el evento se desarrollaba de acuerdo con la personalidad y la voluntad del triunfador, o bien, celebrando al Emperador. Cada etapa de su historia vivió el triunfo romano de manera especial.
La historiadora Mary Beard, en su libro “El Triunfo Romano”, menciona al líder militar Pompeyo Magno quien en el año 61 a.C., fue objeto de una gran celebración que se vivió en Roma con motivo de sus victorias. El gran desfile de Pompeyo Magno duró dos días en lugar de uno, fue caracterizado por un gran exceso en el transcurso de su exposición, las grandes riquezas confiscadas al Rey Mitrídates, de Turquía, mostraban posesiones de muy alto valor, joyas, vasijas de oro, monumentos de reconocidas deidades y según algunos historiadores se lanzaron “setenta y cinco millones cien mil dracmas en monedas de plata, cantidad que fácilmente cubría los ingresos fiscales anuales” que obtenía en ese entonces el mundo romano. El recorrido finalizaba en el gran Templo del Dios Júpiter; Zeus para los griegos; el planeta del conocimiento y la sabiduría para los astrólogos, representado por el número 3 para la numerología; y, finalmente para los astrónomos uno de los planetas Jovianos.
En el mismo orden de ideas, otro ejemplo significativo, relativo a la personificación del triunfo romano, es el concerniente al Emperador Augusto, quien contaba con un complejo teatral, donde abundaban las figuras que hacían alusión al triunfo. Fueron abundantes las conquistas del emperador Augusto, las ceremonias estaban compuestas de rituales y una vasta gama de experiencias con narrativas diferentes, era todo un gran espectáculo que la multitud en algunos casos festejaba y los otros menos criticaba debido al exceso y abuso que se exhibía.
En resumen, tal como podemos apreciar la característica principal del triunfo romano es la exagerada ostentación que los victoriosos presumían delante de los espectadores; sin embargo, había un elemento presente en el ritual del triunfo romano, y era el esclavo que se erguía tras el general y sostenía una corona de oro sobre su cabeza, murmurando: “Mira hacia atrás. Recuerda que eres mortal”; en concreto, es el momento más representativo del rito triunfal. En efecto, son numerosas las frases alusivas a la citada frase, tal es el caso de la película “Patton” exhibida en el año de 1970, que en la historia el narrador modifica la redacción y simplemente dice: “Toda gloria es momentánea”.
Diversas reflexiones escritas por filósofos nos ofrecen grandes reflexiones sobre la suntuosidad que revelaba el triunfo romano, la mas simbólica se refiere a la frase que siempre debe tener presente el general triunfante, aún en su momento de poder y gloria y que es necesario recordar su condición de mortal.
En la actualidad sucede lo mismo, pero en diferentes circunstancias de la vida, conviene retomar la significativa frase y recordar en nuestro momento de triunfo o poder y decirnos: “TODA GLORIA ES MOMENTÁNEA”.