Lo confieso, estoy muy preocupado.
Y no es para menos.
Debo admitir que como la mayoría de los mexicanos, esperaba en este año que se registraran campañas electorales –como sucede– rebosantes de lodo, deslegitimaciones, señalamientos y hasta de insultos. Ha habido por desgracia de todo, como solía decir el maestro Don Alfonso Pesil Tamez, con generosidad digna de mejor causa.
Pero lo que no esperaba es otra consecuencia de ese intercambio de basura.
Hoy, veo a amigos de toda la vida distanciados, a familias queridas separadas, a viejos compañeros de trabajo en el borde del enfrentamiento, a buenos vecinos transformados en feroces enemigos y en el colmo de los colmos, a padres, hijos y hermanos que desde hace dos o tres meses se ven entre si como extraños y lo que es peor, como rivales.
¿Qué les pasó?…¿Qué nos pasó?
La ponzoña de la política electoral ha infectado a casi todos los mexicanos, sin importar niveles económicos, lazos familiares, amistades históricas o jerarquías laborales. Es un escenario digno de alguno de los niveles del infierno descrito por Dante, porque en algunos casos los protagonistas padecen ceguera, en otros sordera, en otros sufren total incapacidad de análisis y en todos predominan los mayores niveles de la necedad y soberbia.
Nadie admite la posibilidad de razón en quienes les rodean si no coinciden en sus simpatías hacia un partido o hacia un candidato. La Torre de Babel, en donde nadie entendía a nadie, empieza a verse como un plácido jardín de niños ante lo que nos está sucediendo a los mexicanos, no sólo en edad de votar, sino también arrastrando a quienes aún no entienden lo que es una elección pero siguen el mal ejemplo de sus mayores.
Basta, por Dios.
Si no comulga usted con las ideas de su amigo, de su vecino, de su compañero de labores, de su jefe, de su hermano o de su hijo, respete su modo de pensar. No lo insulte, no lo satanice por el solo hecho de no apoyar a unos colores o a determinados apellidos.
¿Por qué tanto odio?…¿Por qué tanto encono?
Le invito a no abrir más heridas de las que ya provocamos o recibimos, a no agrandar las distancias con sus seres queridos, sólo porque no le creen al que usted le entrega toda su fe. Caray, si El Señor nos dio el poder de decidir lo que queremos y lo que pensamos ¿quién diablos nos dio facultades para censurar esa libertad?
Estamos a tiempo de reflexionar, de enfriar lo que hemos llevado a niveles de calor infernal. Respiremos hondo. Ningún candidato o candidata vale la pena como para perder a un amigo o seguir disfrutando de nuestros seres queridos.
No sólo somos compatriotas. Somos algo más, de lo cual siempre nos hemos sentido orgullosos:
De alguna manera, somos familia. ¿O no somos todos mexicanos?…

SÍ, ALGO BUENO QUÉ CONTAR
Ayer tuve la necesidad de viajar en carretera. Lo hice rumbo al Estado de San Luis Potosí, en el trayecto por Ciudad Valles. En mi ruta recorrí desde Victoria hasta Xicoténcatl, de ahí a Mante y de esa comunidad cañera hasta los límites potosinos.
No le quiero cansar a mis dos lectores con una cursi crónica, sino poner de manifiesto una experiencia positiva.
En los cerca de 190 kilómetros que recorrí en suelo tamaulipeco, por lo menos encontré 8 patrullas de la Policía Estatal y sólo una de la Federal. Tuve también la oportunidad de presenciar dos unidades de los “Angeles Azules” prestando servicio a automóviles averiados.
Hay que reconocer lo bueno, asientan los buenos modales tan repetidos por los abuelos y esta es una ocasión. Bien por esos policías y bien por esos ángeles. Son una gota de oxígeno para un Estado donde cuesta mucho trabajo respirar…

Twitter: @LABERINTOS HOY