No podemos más qué definir así lo que hacen los tres principales contendientes a la presidencia de México y que, disfrazados de pre candidatos, inundan redes sociales, medios de comunicación masiva y al país entero con mensajes difamatorios, que si bien es cierto que tienen mucha razón en lo que dicen, molestan a una ciudadanía, probables “clientes” electorales, que estamos fastidiados de escuchar los mismos discursos, que bien podrían llamarse epítetos de mensaje, y que tienen un objetivo: difamar, difamar y de todo, menos proponer.

En primera instancia, no podemos dejar pasar de lado el engaño de que somos objeto los más de 100 millones de mexicanos en el sentido de qu estamos en plenas campañas electorales; el señor Ochoa Reza, en un afán de querer sacar provecho de ello, no pierde la oportunidad de lanzar loas a su candidato y escupir sobre la currícula de los dos restantes; igual lo hace el señor Meade sobre el ya tan quemado López Obrador, a quien la opinión pública no ha tratado nada bien, quizá por lo que ha desvelado la intensa campaña en su contra que nos refleja su falta de trabsajo en doce años, o los lujos de millonario de sus hijos, y todo, sin trabajar. No escapa Ricardo Anaya a las difamaciones por su pasado y se busca la forma de restarle fuerzas, desde el partido oficial, y antes, desde dentro del PAN, cuando estaban ahí el grupo de vividores y porros políticos encabezados por el señor Lozano y sus cómplices, hoy, representados por un individuo de dudosa honestidad y de apellido Cordero.

El asunto es que el Instituto Nacional Electoral dio a conocer un reporte de spots y es increíble la cantidad autirizada para este fin y que suma millones.

Sí, millones de spots, y todos diciendo lo mismo. Aburrido a más no poder, y hoy en día, en plena campaña electoral no hemos escuchado las propuestas de estos tres personajes.

Huelga decir que los independientes se conducen en otro camino: el Bronco ya ha dejado la intensidad para centrarse en justificar sus firmas y dinero gastado, y la señora Margarita, aquella que fuera esposa del presidente Calderón, pareciera que ya bajó la intensidad, y ya no ataca a su ex correligionario, en una actitud revanchista que ha dañado su ya de por sí demacrada reputación.

El día de las elecciones, si entendemos la responsabilidad que nos ocupa, usted y nosotros saldremos hacia la casilla y emitiremos nuestro sufragio a favor de quien consideremos que debe gobernar México, y lo haremos pese a los dineros que gastarán algunos en comprar voluntades –y votos- y que se disfrazarán de acuerdo a una ley electoral, desde nuestro punto de vista, injusta y dispareja, que no cumple con las expectativas que la ciudadanía quisiera, los que andamos en las calles y queremos algo más justo y congruente.

Si es AMLO o Anaya o Meade, ya decidiremos los mexicanos el día de la elección, y esperemos que quien se levante como triunfador lo haga sin duda alguna, con una contundencia tal que no deje lugar a eso que siempre surge y que es el que nos robaron o compraron la elección.

Pero a los ciudadanos, los comunes y corrientes como usted y nosotros, mientras nos aturden con mensajes en todo tipo de medios de uno y otro, y la verdad es que ya están cansando, ya fastidian, más, por la animadversión existente hacia la clase política en México, luego de haber sido desvelados los excesos en que viven todos ellos.

Los escándalos que, inclusive, algunos, han causado la desaparición y muerte de algunos denunciantes –ciudadanos y periodistas- y el hecho de que, sinceramente, no les creemos.

Hay mucho de verdad en la percepción ciudadana: los vemos como corruptos, ladrones, vividores, mentirosos y demagogos. No podemos verlos como algo más positivo, porque a través del tiempo nos han dejado esa imagen.

Y usted, vaya preparando su credencial de elector, porque la participación de todos será fundamental. Y porque todos tenemos que decidir. Dice un ya trillado eslogan: “Si no vota, no se queje”, y lo mismo pensamos para todos.

 

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