“El estado de tu vida no es mas que un reflejo del estado de tu mente” (Wayne Dyer)

Definitivamente prefiero el clima cálido, porque el clima frío, no sólo ocasiona rigidez en mis articulaciones y músculos, sino que hace más lento el procesamiento analítico de las ideas y los pensamientos; esto último lo comprobé ayer, al poner en práctica un ejercicio de salud mental, donde aprovechando el aparente optimismo de hacer mejoras en nuestra vida, con motivo del inicio de un nuevo año, pretendí llegar a acuerdos familiares para llevar una sana convivencia. Empecé con la invitación de iniciar el día con tener en mente pensamientos positivos, les sugerí a algunos de mis familiares, que cada vez que sintiéramos que algún factor condicionara una respuesta negativa ante un comentario que no fuera de nuestro agrado, nos diéramos la oportunidad de analizarlo y optar por la respuesta, que siendo sincera, no llevara a la vez una evidencia de reclamo; el ejercicio no duraría más de tres minutos; de primera intensión y conociendo lo que se pretendía con la acción antes explicada, mostró un resultado positivo, mas, al continuar la charla por un minuto, todo se salió de control, y se instaló un diálogo de respuestas negativas, que evidenciaban mecanismos defensivos en contra de lo que se interpretó como uso inadecuado de adjetivos calificativos.

La primera lección que me deja el presente años es: Si pensamos que las heridas físicas, mentales o espirituales que infringimos a nuestro prójimo van a desaparecer por arte de magia, estamos totalmente equivocados, tenemos un largo año para trabajar en restablecer la paz y la armonía en los que requieren de nuestro amor y nuestra misericordia. Si en verdad amamos a las personas, debemos de tener mucha paciencia, mucha tolerancia, pero sobre todo, debemos amarlos de la manera en la que ellos sienten que están siendo verdaderamente amados, y no con la interpretación del amor, que nosotros sentimos, que deberían ser amados.

“El precepto mío es, que os améis los unos a los otros, como yo os he amado a vosotros. Que nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15-12:13).

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