Preocúpate de lo tuyo, que yo me preocuparé de lo mío; vive, y disfruta hasta de aquello que pareciera afectarte, al fin y al cabo, ¿quién no tiene preocupaciones en la vida?

Preocúpate, que yo me preocuparé de lo mío, de aquello que en ocasiones necesita de tu dulce consuelo, quién soy yo para exigir tus desvelos, cuando no pude darte lo mejor de mi luz en tus mejores días.

Preocúpate de lo tuyo, y si aún te queda espacio para preocuparte de algo más que sientas muy cercano, hazlo sin ningún remordimiento, porque más polvo se lleva el viento, cuando no tiene por qué hacerlo en el llano.

Preocúpate, pero no te preocupes por mí, porque no vale la pena, si piensas que al hacerlo a ti también te condena por algo que padece un alma lejana y ajena.

Preocúpate, por todo aquello que te devuelva el anhelo de reconciliarte con la vida, para que entre cansancio y fatiga, reposes en una cama mullida, que te lleve a encontrarte con el mejor de los sueños, para sentirte gratificada por la anhelada alegría.

Preocúpate, si así lo deseas, pero al hacerlo, que no exista ningún reproche, mucho menos, culpa indebida, porque es tu voluntad la que te mueve al error o tu acierto, que no te cause por ello ningún desconcierto, el llevar una vida sufrida.

Si algún día, cansada de tanto preocuparte, sintieras que puedo ser yo quien pueda darte el consuelo, no dudes en venir a buscarme, porque la verdad, yo me preocupo por lo mucho que tú tienes que preocuparte.

Correo electrónico: enfoque_sbc@hotmail.com