El “jalón de orejas” debió haber tenido origen en tierras fuera de los límites tamaulipecos.

Ayer, la fracción priísta en el Congreso Local sorprendió a muchos al protagonizar una pequeña guerra verbal en tribuna, en donde el líder de la cofradía tricolor, Alejandro Etienne Llano, por fin hizo a un lado la abulia mostrada en el primer año de trabajo camaral y le arrojó un poco de luz a los tonos grises en su papel de pastor de esa camada.

El ex alcalde victorense, como asienta la voz popular, “se fue grande”: Se quejó de discriminación en el trato a las iniciativas de los priístas, fustigó la asignación de puestos públicos a funcionarios procedentes de otros estados y recriminó que se apliquen criterios partidistas en ese terreno.

“Irreconocible”, coincidieron sus colegas con ropajes de otros colores.

¿Qué sucedió para motivar la reacción inusual de Etienne?

Sería recomendable hacer algo de historia. Cercana, desde luego.

El “affaire” protagonizado en el Congreso del Estado ante el dictamen de los diputados que le birló cientos de millones de pesos a los partidos políticos para el proceso electoral que ya se vive, desató la furia de la grey tricolor local. Dirigentes y militantes del Revolucionario les dijeron hasta de que se iban a morir a los legisladores que portan el mismo fierro y dejaron sobre la mesa la sombra de una sospecha: el sometimiento al poder en turno.

Sin embargo, la primera reacción de los diputados priístas fue como si escucharan las olas del mar en una plácida tarde de playa. El líder estatal Sergio Guajardo Maldonado se desgañitó lanzando amenazas hasta enronquecer y como ha sido costumbre desde que asumió el mando de ese instituto en la Entidad, nadie le prestó atención. Como dicen los chavos: “nadie lo peló”.

Pero algo pasó.

Parece evidente: La queja de la clase priísta local llegó hasta la jerarquía superior y desde allí debió haberse desprendido el “zape”, cuya intensidad se podría medir por el tamaño de la postura de Etienne y compañía. Para decirlo en forma llana: Ayer el PRI se comportó como verdadera oposición, no la de cortesías y buenas maneras que había prevalecido en su perfil, sino contestataria y desafío.

No sé si llegue a tiempo ese golpe de timón en la fracción priísta en el Congreso Local, como para que el actual líder de esa Cámara deje de ver a los “curulecos” tricolores como los tontos del pueblo y les aplaste día tras día su dignidad en las sesiones, pero por lo menos ya dieron un paso. Ojalá que por su bien, no sea sólo de maquillaje.

Como ciudadano, no me importa que sea el PRI, el PRD, el Verde, el PANAL –el PAN desde luego que no– que se signifique como un auténtico contrapeso en las decisiones que adopta ese cuerpo colegiado, las siglas son lo de menos, pero lo que sí me importa como tamaulipeco común es que exista un saludable equilibrio, aunque sea pequeño, entre las fuerzas políticas representadas en ese recinto.

Hasta ahora, el color azul del Poder Legislativo estatal ha hecho en año y medio lo que se le ha pegado en gana, como tantas veces antes lo hizo el PRI que ahora se lamenta porque le corresponde el papel de víctima de los abusos que él perpetró, pero si una de las exigencias de la ciudadanía es que se tomen en cuenta todas las posturas de la sociedad, tan malo era que el tricolor fuera una aplanadora en la aprobación o rechazo de iniciativas, como lo es ahora que sea Acción Nacional el que maneje el bastón de mando como le amanezcan sus intestinos.

Ojalá que esta supuesta rebelión sea un paso hacia ese deseable equilibrio, pero acompañado con un buen deseo. Que sea una rebelión no para enarbolar hachas como lo hizo Bruno Alvarez o para arrojar boletas electorales con estiércol ante el Pleno como lo hizo Francisco García Lozano, sino para hacer del Congreso un auténtico cuerpo colegiado, con decisiones normadas por la razón y no como lo hacía el PRI, por la imposición…

 

Twitter: @LABERINTOS HOY