Más de 100 mil personas marcharon en 40 ciudades de España bajo el lema: “Acabemos con el negocio de la vivienda”, al exigir rebaja al precio del alquiler que revierta alzas desproporcionadas y restituya acceso a la vivienda como derecho.
El precio desorbitado de alquileres causa empobrecimiento del trabajador y barrera para acceder a una vivienda. El enriquecimiento de una pequeña minoría a costa de asfixio económico de gran parte de la sociedad, la impunidad con la que operan las inmobiliarias y la imposibilidad de construir proyectos por falta de acceso estable a una vivienda, provocan indignación social y generan consenso de que la vivienda debe dejar de ser negocio para ser un derecho.
En México, cada año 30 mil familias son expulsadas de la capital debido al alto costo de la vivienda, en tanto a habitantes de muchas ciudades los desplaza un modelo turístico depredador. Falta de acceso no es lo mismo que falta de vivienda. En España, México y toda latitud, la iniciativa privada tiene la misma respuesta a la crisis de la vivienda: Relajar regulaciones y disminuir trámites a fin de acelerar la construcción de vivienda bajo el dogma de que el aumento de precio se explica por asimetría entre oferta y demanda que se corrige incrementando la oferta.
Como teoría económica liberal este enfoque pasa por alto la realidad. El crecimiento poblacional se encuentra estancado desde hace décadas. Las grandes ciudades incrementan sus habitantes debido a la migración nacional e internacional a tasas reducidas que las experimentadas en la segunda mitad del siglo pasado, lo cual no evita que el costo de la vivienda aumente a ritmo nunca visto.
Ignoran que en una economía de mercado la construcción de vivienda no se traduce en mayor oferta para quien busca un hogar porque los constructores se concentran en el residencial y de lujo, inaccesible para la inmensa mayoría trabajadora y los nuevos inmuebles se acaparan por especuladores y rentistas que los destinan a los alquileres vacacionales o a nómadas digitales.
En el neoliberalismo la transferencia de la riqueza es de abajo a arriba. En 1984, los trabajadores de las economías avanzadas recibían 52% del ingreso nacional, en 2017, el 40%, frente al 60% de los dueños de capital. En las economías emergentes el panorama es más desolador pues el punto de partida era 49% y cayó a 37%.
No se resolverá la crisis de la vivienda mientras no se atajen la especulación, la voracidad de las constructoras, los patrones de desigualdad y la concentración de riqueza en pocas manos.
El ingreso familiar y su capacidad adquisitiva van detrás del incremento de los precios de la vivienda, la cual, si llega a estar a su alcance económico, se sitúa fuera de los polos de movimiento, lo que encarece la movilidad urbana familiar.