Viejo dicho bíblico que nos refuerza la idea de que quien maneja calidad en su trabajo es reconocido, y quien se conduce con maldad y malos sentimientos y acciones también es conocido por ello. La sociedad, la opinión pública o la sociedad -como guste llamarle- difícilmente se equivoca, aunque en una sociedad como la nuestra de poco -o nada- sirve eso.
El claro ejemplo es la enorme lista que todos conocemos de funcionarios que se han enriquecido en forma brutal, grosera, desmedida a través de los sexenios y trienios, y de la forma más cínica y desvergonzada se pasean en camonetotas compradas con lo robado, mandan a sus hijos a estudiar a las mejores universidades regiomontanas con dinero robado o mal habido y acuden con sus parejas a los bailes del Campestre y del Casino, simulando ser respetables y honorables.
Y en sentido contrario, hemos reconocido a esos grandes hombres que se han ganado su lugar y prestigio a base de trabajo.
Uno de ellos, sin duda alguna, se llama Francisco Ramos Aguirre.
Le conocí en la década de los ochentas del siglo pasado y ya era un erudito en materia de historia y tradiciones: su calidad en el trabajo investigativo le ha ubicado por casi cuatro décadas en la parte frontal donde merecen estar los realmente intelectuales que sí trabajan.
Paco fue nombrado hace algunos años como Cronista de Ciudad Victoria.
El columnista conoció a los dos anteriores, el profe Vidal Efrén Covián Martínez, viejo amigo y renegón de todo, pero apegado a su trabajo, y el inolvidable profe Antonio Maldonado, cuya dedicación le valió y sigue valiendo la admiración de muchos.
Paco llegó y no exigió nada: estuvo trabajando en un rincón del Paseo Méndez, sin teléfono ni infraestructura parar llevar a cabo un trabajo que se encargó de dignificar a base de acciones y voluntad.
Nos regaló en su gestión libros, conferencias, charlas y mucho más que logró en aras de poner en su lugar la historia de Victoria. Un digno cronista por donde se vea.
Paco ha trabajado con una pasión inigualable la historia, y es un libro ambulante. Sus conocidos reconocen totalmente la enorme calidad, metodología investigadora y todo lo que se requiere para ser cronista, un trabajo que no es como el de los alcaldes que pasan tomándose fotos en obras de dudosa calidad, y tampoco es de los que se fotografían con un par de despensas para mostrar un altruismo alquilado.
Paco es historiador, es investigador, es un intelectual.
Y la comunidad victorense, principalmente la intelectual que no es tomada en cuenta nunca para las decisiones irónicamente culturales, está lamentando la decisión de revocar su nombramiento en el Cabildo, de forma unánime, por un grupo de políticos de municipio que, en muchos casos, no saben siquiera de donde proviene su nombre o apellido, ni quien fue Guadalupe Mainero.
Poseedores de una ignorancia supina, tomaron la palabra del secretario del Ayuntamiento y se unieron como en los viejos tiempos del PRI para, unánimemente, despojar a Victoria de un excelente cronista, sin justificación ni explicación alguna, dañando, no a Paco, no a los que trabajan con él en condiciones paupérrimas pero enamorados de su trabajo, sino a Victoria.
Muchos tememos que nombren a un cuate de quien está en el poder y conviertan el puesto de Cronista en una aviaduría más, y despojen a Victoria de la parte de historia que, como no les acomoda, deciden tacharla en una decisión antipopular, antidemocrática, inmoral e ilógica.
No podemos decir que es ilegal porque la tomó el Cabildo, pero sí inmoral, porque no presentaron argumentos para despojar de su fuente de trabajo al mejor investigador de nuestra historia.
Hay quien piensa que son revanchismos políticos. Si el alcalde conserva un poquitín de sus raíces y aquella sencillez que le conocimos muy pocos, debería considerar la absurda decisión y ubicar a Paco Ramos donde merece.
Y donde merecemos los victorenses, y no es un favor, es una exigencia y un derecho.

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