Su historia está repleta de altibajos. Ha medrado tanto en la oscuridad como en la luz, en los sótanos de la política como en sus cumbres y en la casi pobreza hasta la opulencia en la que vive hoy.
Su falta de escrúpulos es su mejor carta de recomendación, que en los terrenos en donde se mueve –hay que reconocerlo– no es un defecto, sino una cualidad. Ese perfil es el que precisamente llevó al Partido Verde Ecologista en Tamaulipas a ofrecerle un timón destartalado, que nadie había querido tomar por la suciedad que lo contamina.
Es un reino perfecto para él.
Me refiero a Manuel Muñoz Cano, recién ungido como dirigente estatal del PVEM, uno de los partidos más corruptos que operan en el país. Y vaya que tiene competencia.
Llega a ese organismo Manuelito, como le dicen sus cercanos, en un intento desesperado de esa facción por no quedar fuera de lo que más le interesa conservar a su dirigencia nacional: Las prerrogativas y las decenas de millones de pesos que éstas significan en esta patria chica, menesteres en los que esta figura de la picaresca tamaulipeca tiene ojo de águila y zarpa de tigre.
Seguirá el Verde sacrificando credibilidad, pero a cambio cree que con Muñoz garantizará su paso punitivo por las arcas públicas. Hasta ahí es lo mismo que ha hecho siempre el partido del tucán.
Pero… ¿En verdad es un acierto para el PVEM uncir a Manuelito a su yunta?
Tal vez en el objetivo de agenciarse recursos lo sea, pero a la par también es más que posible que el Verde esté dando más paladas en una tumba que en cada proceso se hace más profunda.
Como antecedente ingrato de recordar, la más reciente encomienda de Muñoz, la campaña de Rodolfo Torre Cantú, es un ejemplo en el que deberían abrevar quienes manipulan a trasmano en el Estado al Ecologista.
En ese frente electoral, en donde once años atrás Manuelito fue el Coordinador General, el ex mandamás de SEDESOL en el sexenio de Eugenio Hernández fue un feroz factor de división entre los integrantes de ese equipo, para intentar ser la voz al oído del candidato, lo mismo que intentó con Egidio Torre ya como gobernador, quien “premió” su genuflexión con el destierro.
Algunos le temían, nadie le respetaba y a quienes le hacían frente los convertía en blanco de maquinaciones e intrigas, papel en el que el ex priísta tiene una especie de posgrado. Convirtió a ese grupo en un mercado persa y puede usted jurar que hará lo mismo en su nuevo encargo.
No ha cambiado el pequeño Manuel en su perfil intolerante y soberbio. En una reciente rueda de prensa acaba de dar una muestra de lo que pueden esperar de él los verdes en su relación con los medios de comunicación y como consecuencia, con otros segmentos sociales y productivos necesarios para un proceso electoral, al no permitir interpelaciones.
Como asienta la voz popular, “en lo chiquito enseña lo grandes que son sus defectos”. Allá ellos.
Lo importante no es ni de lejos Manuel Muñoz, sino que el potencial votante no se deje engañar. El PVEM sigue siendo como otros partidos de la misma clase, una mercancía del mercado electoral dispuesta a acompañar al mejor postor, regida por el interés financiero y reñida con la moral. Nada nuevo en la política nacional, pero que en Tamaulipas exhibe a un campeón importado del priísmo.
Bueno, por lo menos hay que reconocerle algo al Verde: Siempre ha mostrado una gran congruencia.
Nunca cambia. Su amor por el dinero y su valegorrismo ante la ley no los altera ni Dios ni el Diablo…
LA FRASE DEL DÍA
“Un traidor es un hombre que dejó su partido para inscribirse en otro. Un convertido es un traidor que abandonó su partido para inscribirse en el nuestro”…
Georges Benjamin Clemenceau
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