Chile es de los pocos países que erradicó la desnutrición al aplicar política materno-infantil acertada entre 1960 y 1980, a pesar de dos crisis económicas severas, 1974-76 y 1982-86, y un entorno social, político y cultural adverso. Estas políticas se caracterizaron por ser continuas, dirigidas por la secretaría de Salud, con orientación clara y presupuesto para programas de alimentación complementaria y la incorporación de nutrición Infantil. Un aspecto fundamental es que fueron objeto del apoyo consensuado de técnicos, políticos y de la sociedad en su conjunto, que consideraron la desnutrición no aceptable para el país y requería de la solidaridad de todos para resolverlo.

En obesidad, no sucede lo mismo pues no hay consenso. Hay quien dice que el estilo de vida depende de cada persona y la intervención del Estado atenta contra la libertad personal; otros apoyan los Determinantes Sociales de Salud, plantean que lo vital es el cambio estructural en la sociedad y los hábitos, su consecuencia; planteamiento de corto plazo; invertir en el enfermo y brindarle buena atención, antes que gastar en promoción y prevención de salud para toda la población, con resultado incierto al largo plazo. No hay continuidad en la política, cada gobierno cambia los programas. No existe una entidad responsable de dirigir, coordinar y evaluar el tema de la obesidad; y lo más grave es que el exceso de peso no es un problema sentido por la población, por lo que no exige se solucione, sólo atención médica inmediata.

La obesidad aumenta en Chile y el mundo. Se considera el principal problema de salud pública dada su implicación: enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes, problemas osteoarticulares, de salud mental. Existe consenso en que la política debe actuar en tres niveles: Entorno escolar, entrega de fruta y verdura, normas claras de alimentación, un sólido programa de educación nutricional. Aplicar impuestos a bebidas gaseosas azucaradas y alimentos procesados con alto contenido de grasa, azúcar y sal; y subsidiar alimento saludable, verduras y frutas. Aplicar etiquetado nutricional. Para cumplirlo se requiere política de Estado de largo plazo, que trascienda gobiernos, sea continua, disponga de recursos, la dirija un ente coordinador de nivel central, con capacidad ejecutiva para realizar programas de promoción de estilo de vida saludable y de prevención de la obesidad, y que tenga presencia en cada región del país.

Para que suceda se requiere apoyo y colaboración de la sociedad en su conjunto. Cuando un problema no es sentido ni apoyado por la población es muy difícil que se transforme en política pública de largo plazo. Es por ello que la educación de la población en los temas de alimentación y estilo de vida saludable desde temprana edad es crucial para el futuro de la salud pública. En 2015, según el reporte Obesity Update, los países con mayor prevalencia son: Estados Unidos, con 38%; México, con 32% y Nueva Zelanda, con 31%.

En México, se grava un 8% a los alimentos no básicos con alta densidad calórica, (100 gramos de producto con más de 275 calorías), botanas, confitería, chocolate, postres y dulces, mantequilla de cacahuate, helados, nieves y paletas. Se aplica un impuesto de 1 peso por cada litro de bebida saborizada con azúcar añadida. El etiquetado brinda información nutrimental con porcentajes relativos a la ingesta de 2,000 calorías y criterios para grasas y azúcares. Hay evidencia que mostrar las calorías en el menú abate las calorías ingeridas. Aunque no es obligatorio, la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados firmó un convenio con la COFEPRIS para que sus agremiados incluyan las calorías de cada platillo en sus menús, cartas o escaparates.

La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2016 muestra aumento respecto a 2012. En la población masculina adulta, el sobrepeso y obesidad aumentó de 61% en 2012 a 68% en 2016. Tres de cada 10 menores padecen sobrepeso u obesidad (combinada 33%) 4 de cada 10 adolescentes presenta sobrepeso u obesidad (combinada 36%); en 2012, 35%. 7 de cada 10 adultos (combinada 73%) padece exceso de peso respecto 2012, 71%. En hombres adultos (combinada 70%) se observa un incremento respecto 2012, (67%)