En el ritmo litúrgico de la Iglesia Católica, en este tiempo que es camino hacia la celebración de la Pascua, es decir, de la muerte y resurrección de Jesucristo, que se llama Cuaresma, hoy se celebra el tercer domingo.
Y en el texto evangélico de este domingo, Jn. 2:13-25, se narra la visita que hace Jesús al Templo de Jerusalén y de cómo reacciona ante la escena que observa. La casa de Dios se ha convertido en un centro de intercambio de mercancías, todas ellas, supuestamente para el culto del mismo templo.
Jesús encolerizado ante denigrante escena, los echa violentamente del Templo y les increpa sobre lo que han hecho de la casa de Dios, y les pide que quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de Dios.
Los creyentes deben aplicar este texto a su propia vida, y deben pensar que su cuerpo, que su vida es un templo que Dios les ha regalado para vivir, y que en este templo se debe sobre todo rendirle culto a Dios, usarlo para que toda su vida sea una continua alabanza a su nombre.
Los creyentes se deben preguntar ¿qué tanto han usado su vida y su cuerpo para la gloria de Dios? Usando el mismo ejemplo del Evangelio, se debe revisar qué hay en el interior de cada creyente, y ver si también se ha convertido el corazón, el cuerpo y propia vida como un lugar en el que entra el mejor postor, es decir, si se permite que a su vida entre cualquier forma de pensar, cualquier forma de vivir, aunque sea contraria al Evangelio.
De la respuesta de cada uno se deben sacar conclusiones para vivir en esta cuaresma un tiempo de verdadera conversión.
Se puede orar con palabras del Salmo 18: “Tú tienes Señor, palabras de vida eterna. La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma; inmutables son las palabras del Señor y hacen sabio al sencillo”.
Que el buen Padre Dios les siga llenando de su gracia y de su amor para que recorran el camino de la cuaresma de la mejor manera posible para que celebren con alegría la fiesta de la Pascua.