El 2 de octubre está mucho más que grabado en la historia de México: nos lleva a aquel tiempo en que la represión oficial acabó con un movimiento estudiantil y la vida de cientos de personas, en acontecimientos aún no aclarados en su totalidad y acallados por todos los medios posibles.
Reflexionar sobre aquel tiempo y ahora vale la pena.
Los diarios no podían publicar cualquier cosa porque existía una represión total del Estado; hoy, aunque entendemos que existe la autocensura en todos los medios y personas, hay libertad para escribir o decir muchas cosas, y para muestra, lo que se ha visto de los últimos cuatro presidentes, cuando antes era algo así como un Tlatoani, que no se podía tocar.
Hoy tenemos otro tipo de Tlatoani, pero no precisamente para bien.
Hay muchos criterios sobre el 68, y algunos chocan con lo que pudiera ser una “verdad histórica”, que curiosamente, miles salen a conmemorar -que no celebrar o festejar- pero ni idea tienen de qué es lo que sucedió en la plaza de las Tres Culturas, allá en Tlatelolco, en el Distrito Federal, convertido por caprichos soberbios de Morena en Ciudad de México.
Y los historiadores, cronistas, periodistas y escritores han dado muchas versiones, una de ellas, quizá la más publicitada, que no quiere decir que sea la más apegada a la realidad, y que pertenece a la periodista Elena Poniatowska y que es un libro que realmente vale la pena adquirir y leer, para comprender mucho de lo que sucedió, aunque, insistimos, es desde un punto de vista particular, muy objetivo para nosotros, pero no deja de ser particular.
“2 de octubre no se olvida” es la frase que cada año surge altiva y orgullosa, y como buen pretexto para que un grupo de infelices salga a delinquir a nombre de los miles de muertos y de conflicto político que se registró en nuestro país. Esos infelices salen a asaltar tiendas, romper todo lo que encuentran a su paso, como si así fueran a tener una verdad total y real.
Recordemos, dicen muchos que “la historia la escriben los vencedores” y no lo vencidos.
Qué bueno que se tenga memoria y se recuerden esas cosas, como debería recordarse aquel plantón que duró semanas y lo encabezó López Obrador para reclamar una presidencia que no ganó, qué bueno, que la historia ponga a cada quien en su lugar, porque podríamos tener la esperanza de que encarcelaran a los bribones que conforman parte de la 4T y que se defienden porque son solapados por el poder absoluto.
Qué bueno que nos acordemos de todo lo que el gobierno ha agraviado a la sociedad y a la comunidad estudiantil, pero no es bueno que se abuse de eso y se vandalice y se haga lo que sucede cada año, otorgando patente de corso a los delincuentes que destrozan todo lo que ven a su paso, y ofenden a los verdaderos protagonistas de movimientos como el del 68, cuyos resultados pocos conocemos, pero todos hablamos de ellos.
Es poco más de medio siglo el que ha pasado, y el columnista recuerda aquellas pláticas de amigos en edad de preparatoria que comentaban lo que habían vivido en la plaza de las Tres Culturas y lo que sufrieron algunos para poder regresar a casa.
Pero no podemos decir que había una razón total, o al menos, no se ha desvelado una tan clara: había muchas teorías y otras han quedado en el olvido.
Lo que no podemos dejar en el olvido es el hecho de que la sociedad salió a exigir lo que consideraba suyo y le fue arrebatado con bayonetas y fusiles. Hoy la sociedad comienza a hartarse de muchas cosas, así como el estilo de vida inundada en la delincuencia en todas sus formas, y reclama n gobierno justo y real, un gobierno que cuide a sus gobernados y haga por ellos, no dando limosnas y prebendas estériles que no nos llevan a ninguna parte.
Se busca saber la verdad y pugnar porque no volvamos a caer en estas cosas tan tristes, porque México no soportaría otro “tlatelolcazo”.

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