Creo que poco a poco las mujeres hemos aprendido a respetarnos a nosotras mismas y a hacer valer nuestros derechos frente a quien pretenda pisotearnos sintiéndose superiores. Porque, históricamente, la mujer ha cargado con el papel del “sexo débil”, aquella a la que se le toma en cuenta más por su apariencia que por su valor como persona. Todavía hay quienes piensan que, por ser mujeres o atractivas, se nos puede tocar, minimizar o rebajar como si no valiéramos.
Esta semana ocurrieron dos hechos que nos contagian de valentía y nos recuerdan que no debemos callar.
El primero fue en Tailandia, donde la representante de México en Miss Grand International, Fátima Bosch, fue humillada públicamente por un empresario poderoso de la organización. Durante una ceremonia, la obligó a ponerse de pie frente a todas las concursantes y la regañó en vivo por no publicar contenido promocional del país. Cuando Fátima intentó explicar que seguía instrucciones de su franquicia mexicana, el hombre explotó con frases como “No te di permiso de hablar y Eres tonta”, para después ordenar que la sacaran del salón.
Fátima salió pero con la cabeza en alto y el respaldo de varias reinas, incluida la actual Miss Universo y ya frente a medios expresó que ella estaba ahí para ser voz de las mujeres, no una muñeca.
Lo que hizo no fue sólo defenderse, fue ponerle nombre a algo que muchas viven, el abuso de poder y el miedo a perder oportunidades si no se agacha la cabeza.
El segundo episodio fue más grave y más simbólico. A la propia presidenta de México la acosaron sexualmente en pleno Centro Histórico de la Ciudad de México. Un hombre, aparentemente alcoholizado, se le acercó por detrás, la abrazó, intentó besarla y le tocó el pecho. Lo más indignante es que nadie de su equipo reaccionó de inmediato. Imagínense, si a la presidenta la tocan en plena calle, rodeada de escoltas, ¿qué nos queda al resto de las personas?
Por cierto, siete de cada diez mexicanas han vivido una situación similar, y lo más preocupante es que es algo que se ha normalizado. No es que seamos exageradas, se trata de un delito y debe sancionarse.
En Tamaulipas, durante 2024, se denunciaron 57 casos de acoso u hostigamiento, pero se sabe el 93 por ciento de los casos no se denuncia por miedo o vergüenza. Y eso debe cambiar.
Por eso, hoy más que nunca, debemos de seguir el ejemplo de estas mujeres y alzar la voz, no permitir que nadie nos humille, nos calle o nos toque sin consentimiento.
Nos da gusto saber que el que las mujeres estemos alcanzando cada vez más espacios de poder no sólo está generando un cambio, sino que está rompiendo silencios que duraron siglos.
Que Dios los bendiga, gracias. Leo sus comentarios en mis redes sociales…